Ni idea dónde voy pero seguime

miércoles, 23 de octubre de 2013

Policía conductiva

Siempre fui de indignarme con las actitudes egoístas que no tienen en cuenta el pejuicio a un tercero. Es que hay personas que no parecen darse cuenta de que comparte este planeta con otros y hacen, sencillamente, lo que se les da la gana.

Los hay en diferentes esferas: familiar, laboral, vecinal pero todos tienen algo en común, la indiferencia y la falta de conciencia en su accionar.

En algunos casos esto es todavía peor y hasta existe conciencia del perjuicio. Los más, por suerte, solamente son descuidados o distraídos.

Cuestión que hace tiempo que pienso en cómo interactuar con estas personas tan distitnas a mí para ver si puedo hacer que tomen conciencia de sus actos y como consecuencia modifiquen su conducta. El asunto es que se me hace difícil ser amable por la indignación que me gobierna ante tal suceso. Aunque me pregunto ¿debo ser amable con alguien que no lo es conmigo y los demás? Tal vez la respuesta sea no pero considero que serlo pone la vara más alta. Es superador. Porque si mi acción hacia esa persona se tiñe de desprecio difícilmente logre una buena predisposición al cambio.

Con lo cual debo concluir que lo mío es mero interés maquiavélico. Pero bueno. Todo sea por un mundo un poquito menos antipático.

Ahora bien, ¿cuáles son algunas de las cosas que creo que deberíamos cambiar? Aquí la lista y las razones para ser incluidas en la misma.

  • Dejar el auto en la cochera de otra persona: aunque suponga que voy a tardar 2 minutos, puede que en esos 2 minutos la persona deba salir o entrar su auto y yo lo molesto. Además nunca se tardan 2 minutos. Y ante la lógica de "bueno, que espere, son solo 2 minutos" pregúntese cómo se sentiría usted si le pasara eso en su casa. Una vez con una persona, con varias personas diferentes al día.
  • Dejar el auto en doble fila: entorpece la circulación. Dé una vuelta manzana o dos. Creo que hasta va a gastar menos nafta que si se queda detenido con el motor en marcha y no va a molestar a nadie. No, tampoco al que estaba estacionado y quiere salir y no puede porque dejó el auto ahí. Ni hablar si lo dejó en doble fila y se fue.
  • No levantar la caca de su perro: además de ensuciarle la vereda a alguien que no tiene porqué encontrarse con eso ahí, usted le amargará el día a alguien que lo pise distraido. Es cierto, a veces son los perros callejeros los que los dejan. Pero poner uno más no ayuda a resolver el problema, más bien todo lo contrario. 
  • No cambiar el bidón de agua del dispenser: usted puede pensar qué es un vivo bárbaro pero sepa que más allá de posponerle unos minutos el vaso de agua a su compañera/o de oficina, genera resentimiento contra el anónimo que no lo hizo. Tal vez un día otra persona no lo haga por única vez y la vean y crean que lo hace siempre.
  • Arrojar papeles en la calle: no hay excusa válida para hacer esto. Todos tenemos bolsillos o una mano para guardarlo hasta el próximo tacho que no suele estar a más de 200 o 300 metros. Incluso menos en Capital. 
  • Escuchar música sin auriculares: el sonido es invasivo y molesto. No hay manera de no escuchar, como no hay manera de no oler algo. Si a usted le gusta su música eso está muy bien pero no tiene por qué musicalizar el lugar o medio de transporte. Si le gusta eso vaya a trabajar de DJ.
Estas son solo algunas. Era para ejemplificar. Ahora bien, ¿qué propongo? La creación de un escuadrón de policía conductiva. O sea, educadores sociales que enseñen, corrijan y sancionen las actitudes que no tienen en cuenta al otro.

¿Multas?
Sí, también multas. En algún caso podría ser una sanción económica y con eso financiar por ejemplo la instalación de tachos de basura, o de cursos de educación y convivencia.

Pero lo mejor sería poder lograrlo porque cada uno se plantee "¿puedo joder a alguien con esto que hago?". ¿Mucho pedir? No creo, es cuestión de pensar.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Escribime algo

- Escribime algo.
- ¿Para vos?
- Para alguien.
- ¿Pero qué querés decir?
- Nada. Bah, no sé. Algo. ¿Qué puedo querer decir?
- Y... no sé. Supongo que cosas que te pasan.
- No, no.
- ¿Querés contar una historia?
- Mmm, no, tampoco.
- ¿Un chiste?
- No, un chiste no quiero.
- Te escribo un ensayo.
- No, yo quiero algo definitivo.
- ¿Un diálogo?
- ¿Un diálogo?
- Un diálogo, sí. Un diálogo. Una conversación entre vos y yo.
- Pero es muy pedorro.
- Bueno, no sé. Yo te escribo algo pero decime qué o sobre qué. Si no no sé por dónde empezar.
- Empezá por escribir, después vemos qué sale.

martes, 3 de septiembre de 2013

Hasta los huesos

"¿Querés que procese la sopa? Está medio desabrida". - Bueno- , accedí después de un momento de duda. Nunca me gustó demasiado la textura de la papilla. Así que medio de mala gana dije que sí. - Pero fijate que le metí un hueso para saborizarla -.

Escuché el sonido de las cuchillas triturar las papas, la cebolla. El apio. El sonido sordo y ahogado que representaba a las vitaminas quejándose por su muerte absurda a manos del artefacto procesador.

De repente me dijo "creo que se trabó con algo". - ¿Sacaste el hueso?- le pregunté. "No. ¿Qué hueso?".

No me había creído y el hueso fue triturado junto con la sopa. Mi sopa. Esa a la que le puse tanto empeño y expectativas. Justo ahora que era la hora de comer. Justo ahora que tenía hambre. - Má sí, me la mando igual- me dije. Y le entré.

No estaba mal. Alguna astillita cada tanto pero zafaba. Despues de comer me tiré un ratito en la cama como para hacer la digestión y me dormí. No me di cuenta de que me dormía, fue como de golpe, sin darme cuenta. Y soñé. En mi sueño era un cordero. Vi a mi mamá, pasté, caminé por la playa y jugué con otros corderos. Vi que había un horizonte al que sabía que no llegaría. Olfateé el mar y percibí el susto de los otros cuando se acercaban los hombres con una cosa en la mano. Sentí algo y no vi más. Me asusté y me desperté sobresaltado. Tenía la boca seca. Fui al baño y tomé agua de la canilla. Me enjuagué. Me dolía todo. En especial la cabeza. Me sentía triturado.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Locura pasajera

Yo venía de La Plata e iba para Almagro. La ida hacia La Plata había sido larga pero la vuelta por suerte fue rápida. Bajé del micro y entré en la boca del subte de inmediato. Bajé los escalones mientras pensaba algo, no recuerdo qué y me paré en el andén a esperar el subte.

La puerta del vagón me quedó cerca pero había mucha gente y me fui al siguiente. Entré y me saqué la mochila que pesaba lo suficiente como para hacerlo. Atrás mío sonó la chicharra. Una mujer se me paró al lado y me hizo un comentario. Creí que era solo eso, pero no. Enseguida noté que necesitaba algo más. Que la escucharan.

En vez de hacerme el distraído como los otros, le presté atención. Me contó que había tenido un problema con la tarjeta de cartón porque no se la tomaba la máquina. Que quiso ir al baño y no había. Que pidió el libro de quejas y tampoco tenían. Que le cambiaron la tarjeta, que se enojó. Que nos tratan como ganado, que a nadie le importa lo importante porque están ocupados en otra cosa. Y es así.

Me dijo que tenía una pensión por invalidez por algún tema psiquiátrico entonces le daban una tarjeta por 6 meses pero que no duraba el tiempo necesario por ser de cartón. Y eso la brotaba. Cada vez. Y yo me pregunté si eso no es una forma de violencia y discriminación. No sé, si tenés una persona que se angustia y se pone mal por eso, ¿no se puede hacerle una tarjeta más resistente? Ella no quería la SUBE porque dice que así nos controlan. Creía que nos quieren exterminar y reemplazarnos por robots. No sé si está tan equivocada. Me habló de la comida artificial, de las semillas patentadas, de las abejas robots, de la obsesión por el dinero. Del reemplazo de las personas por máquinas. A lo mejor le preocupaba saber si una máquina la iba a poder ayudar cuando su tarjeta deje de funcionar dentro de 3 meses.

¿Y si tiene razón? Peor, tal vez ni siquiera reemplacen a los humanos con máquinas. Creo que algunos ya empezaron a convertirse en robots que solamente hacen lo que está programado, informan lo que hacen, no improvisan, no rompen, no saltean. Comen por hábito y cosas que no hacen ellos mismos ni saben de dónde vienen o qué contienen. ¿Y si nos estamos sistematizando para trabajar más tiempo?

Le comenté que yo también leí sobre las abejas robot. Y antes de bajarme la saludé y me preguntó "¿de verdad leíste sobre eso en alguna parte? Nunca nadie me contestó sobre el tema". -Claro que lo leí- le dije, además de porque era cierto para que no se sintiera una loca que inventa cosas creyendo que así le hacía un bien. Ahora no estoy tan seguro de quién le hizo bien a quién.

viernes, 2 de agosto de 2013

viernes, 5 de julio de 2013

¿Cómo hacemos?

- Che, ¿cómo hacemos?
- ¿Con qué?
- Y, no sé, con todo.
- ¿Todo?
- Sí, con todo...
- No podemos con todo.
- Bueno, es un decir, todo. Todo lo que tenemos qué hacer, ¿cómo hacemos?
- ¿Cómo hacemos para hacerlo?
- Cómo hacemos para hacerlo y cómo lo hacemos.
- Y mirá, para empezar tenemos que ver bien qué tenemos que hacer. Después vemos cómo hacemos para hacerlo.
- Esto ya parece un trabalenguas.
- La verdad que sí.
- Ja, bueno, ¿entonces? ¿Cómo hacemos?
- Y no sé, empecemos y vemos.
- ¿Así a la marchanta, sin organizarnos?
- ¿Querés un manual de procedimientos?
- (...)
- Bueno, vos por allá y yo por acá. Cuando llegamos al medio vemos.
- Dale.
- Un gusto negociar con vos.
- Andá a cagar.

(Diálogo aplicable a repartir un trabajo del colegio, pintar una casa con alguien o casi cualquier actividad que requiera colaboración).

martes, 2 de julio de 2013

Anagrama

Me desperté y todavía soñaba. Tenía ese pedacito que queda del sueño cuando llega hasta que estás todavía dormido pero conciente de que lo estás. Ese momento en el que te das cuenta de que tenés un cuerpo y estás hecho bolita en la cama calentita pero el sueño sigue, querés que siga, como una película interesante cuando tenés muchas ganas de ir al baño. Querés que siga pero sabés que tiene que parar.

Esa situación no tiene nada de raro, me ha pasado muchas veces. Lo que fue poco común fue lo que soñaba. Era un anagrama. No soy de soñar palabras, creo.

Recuerdo que cuando iba al colegio a veces soñaba cosas que me tenían preocupado y las resolvía así, dormido. Algún que otro problema matemático, un asiento contable, una palabra que no recordaba en inglés. Y me despertaba en la madrugada casi con un grito "¡Ah!".

Supongo que hacía rato que mi cerebro no hacía eso y por tal motivo me sorprendió que volviera a pasar, pero lo que más me llamó la atención fue que, como en muchos sueños, no recuerdo bien qué era. Si había una historia como cuando volaba en el jardín, solo en el cuadrado de pasto o si me perseguían por dentro de una casa y yo escapaba en bicicleta y despertaba siempre al salir cuando el dedo de mi perseguidor rasguñaba mi hombro.

No, no me desperté con esa sensación de miedo mezclado con alivio. No me desperté con satisfacción como cuando despejaba bien una x ni con el orden de tener un balance perfecto. Me desperté con sabor a verdad. De esas verdades que no nos gustan pero que nos da tranquilidad haberlas comprendido, porque a veces la verdad está ahí, no hay que descubrirla, solo entenderla.

Me desperté pensando en una frase que hasta recién, cuando escribía esto pensé que era un anagrama. Y debería serlo, porque casi me convenció: lo fiable es falible.

martes, 28 de mayo de 2013

De mí

Voy o vengo.
Estoy y desaparezco. 
Abro y cierro, salgo a entrar.
No vivo en las nubes aunque me gusta volar.

Camino como me sale, no sé desfilar.
Si me enredo no me caigo, yo me quedo ahí.
Quietito y no desespero, antes de empezar a andar.
Total no sé a dónde voy ni qué puedo a encontrar.
Así que sigo al instinto sin preguntar.
Qué me espera o dónde voy a terminar.
¿Qué tiene de malo volver a arrancar?

viernes, 24 de mayo de 2013

Las causalidades existen

Salió de su casa 5 minutos más tarde de lo habitual porque tuvo ganas de ir al baño. Se le desató un zapato en la cuadra de su casa y se agachó en la vereda. Mientras, perdió el colectivo que toma siempre. No lo sabe, pero hoy no verá a la mujer que tanto le gusta y ve a diario en su viaje. En ese momento pasaba el canillita que reparte diarios y revoleó un ejemplar como todos los días. Él se incorporó justo un momento antes de que el diario pasara sobre su cabeza y lo golpeó en el ojo. El canillita miró, hizo un ademán de disculpas y no vio que la camioneta había frenado. Se la llevó puesta y voló de su bicicleta. Voló por arriba de la caja de la camioneta y aterrizó en el capot.

El chofer, que había parado y tenía las balizas encendidas, no entendió qué había pasado. Dejó el teléfono y se bajó preocupado. El canillita estaba inconciente. El chofer de la camioneta se agarraba la cabeza y miraba al cielo. Dentro de la camioneta una voz de mujer sollozaba por teléfono. "Si no me vas a contestar entonces no quiero vivir más". Se escuchó un ruido seco. Como un tiro.

En ese momento, un nene se prepara para ir a la escuela. Va con su mamá por las escaleras del edificio y camina las 3 cuadras hasta el colegio. Su maestra no está. Su mamá no tiene con quién dejarlo y decide faltar al trabajo. Llama para avisar. Su jefe no atiende el celular. Deja un mensaje. Vuelven a la casa.

Él llama a una ambulancia. Corta y ve un llamado perdido de su secretaria. Escucha el buzón de mensaje. Putea. Guarda el teléfono. "La voy a despedir".

El chofer reacciona. Está bien, solo golpes. Abre la puerta de la camioneta y ve que sigue en curso la llamada con su ex. Pero ella no le contesta.

En el colegio no saben de la maestra y se preocupan. Muchos chicos juegan en el patio menos uno, que juega en su casa con su mamá que hoy no fue a trabajar. 

En la empresa él le comunica a RRHH la decisión y envían el telegrama. Lo recibe ella a la tarde, entre lágrimas.

El chofer de la camioneta sospecha lo peor. Él llegó tarde a la oficina, se ligó un diariazo en el ojo, no vio a la mujer que le gusta, presenció un accidente y se quedó sin secretaria. Un día horrible. Se siente mal. Llama al médico. Lo internan. Es un infarto.

No lo sabe, pero su acción diferente de hoy cambió todo. Si no hubiera ido al baño no hubiera perdido el colectivo. Si no se le hubiera desatado el zapato y no se hubiese agachado, el canillita no se habría accidentado. Y si el chofer de la camioneta no se hubiera bajado y la exmujer no se hubiera matado, el nene hubiera tenido clases y el la hubiera visto al otro día. Y la mamá del nene no hubiera faltado al trabajo y no la habrían echado. Y sin todo eso quizás él no estaría internado. 

Y todo por un meo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Viejos

Me desperté como todos los días. Abrí un ojo, creo que el izquierdo, y me fijé si había oscuridad suficiente como para dormir un rato más. Los días fríos me cuestan. Yo creo que levantarse es un poco como nacer otra vez. Dejar un lugar cómodo y calentito para encontrar otro que no siempre es tan agradable.

Moví el brazo izquierdo hasta agarrar la punta del acolchado y me destapé. Dormía sobre el lado derecho del cuerpo, como lo hago mayormente, ahora potenciado por el dolor del hombro y la clavícula. Me senté en la cama, busqué la pantufla con el pie y encontré solo frío. Miré y encontré una, otra. Me las puse. Vi la hora y solo gruñí. Mirar la hora cuando te despertás puede ser algo desagradable. ¿Qué podés hacer?

Fui al baño. Siempre voy al baño apenas me levanto. Creo que con los años la vejiga se achica o pierde elasticidad. O a lo mejor yo tomo más líquido que antes. No sé. Me lavé los dientes y pensé como cada día desde hace varios "me tengo que cortar el pelo". No es que tenga mucho pero está desprolijo. Bah, desparejo. Me crece más en los lados y parezco Krusty o el profesor Locovich.


Salí del baño y me paré en el pasillo. No sabía acostarme de vuelta o hacerme un mate. Puse la pava y me fui a vestir. Lucía dormía. Ni esuchó cuando puteé por golpearme el pie con la pata del mueble. Wakko me miró de reojo como diciendo "¿qué carajo vas a hacer a esta hora?". Sonó la pava, estaba el agua.

Me tomé 3 mates de pie y luego me senté. Todavía estaba un poco embobado con el sueño que acababa de tener. No lo podía recordar pero me duraba la sensación. Es algo raro, medio confuso. Porque sabés que estás despierto pero te sentís como cuando soñabas. Algo parecido a lo que pasa cuando la película es buena. 

Había silencio. Despuntaban los primeros rayos del sol. Esta vez yo había amanecido antes que el mundo. Apoyé el mate en la mesada y fui a despertarla. Le toqué el hombro despacito y le susurré. Lucía se dio vuelta y me sonrió. Dormida. Vi algo que me llamó la atención. Una arruga. Muchas arrugas. Serán las sábanas, pensé. Y el pelo. Su pelo estaba blanco, canoso por completo. No tenía dientes tampoco. No lo había notado. ¡Era vieja!

Me incorporé y me fui a ver de nuevo al espejo. Era yo. Estaba igual. Tenía mis 33 años como hasta hace un rato. Me miré las manos y no tenía ni una peca. Volví a mirar el espejo. Era yo. Igualito. Me toqué la cara para ver que estuviera despierto. Me pinchó la barba. Sí. 

Volví hasta la cama. Ella dormía ahí. Vieja. Pero dormía.

No sé qué pasó, no lo puedo entender. Será que dormimos mucho. O que yo me negué a envejecer.

lunes, 13 de mayo de 2013

Viento

El viento sopla fuerte y sin pausa. Empuja todo lo que se encuentra. No sé bien para dónde va ni por qué va tan apurado, pero va. Silba también, supongo que saluda. Corre entre los cables y los pocos árboles que le ofrecen algo de resistencia.

Viene desde el Oeste y se mete en el mar. Deben ser amigos desde hace mucho. Yo creo que algo más por cómo lo acaricia. A los árboles los peina para el costado. Están todos parejitos.

El viento acá toma anabólicos, no se anda con chiquitas. Corre los 100 m más rápido que el jamaiquino. Vuelca autos, levanta piedras y hace viajar botellas.  Las cajas levitan, las bolsas juegan a ser pájaros y las personas nos hacemos chinas.

Es medio cleptómano el viento de acá. Se lleva cosas. Ropa colgada en la soga, mucha tierra. Barre y limpia pero después de ido te deja todo ahí tirado, como un mal invitado.

Yo todavía no le entiendo el idioma al tipo. No sé bien qué quiere. Pero lo escucho que habla y habla. Y nadie le contesta.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Caballo de sulky

Vas por la vida mirando para bajo. Siguiéndote los pies. No podés ver al costado por las anteojeras. No sabés si tenés a otro caballo al lado. Te da para mirar el piso y la alfalfa. Es lo que te han hecho. Girás la cabeza, pero el ángulo de visión es el mismo.

Arre, arre caballito que vas a seguir dando vueltas a la plaza. Siempre para el mismo lado. Ya sabés el recorrido de memoria pero sentís que caminás. Pobre caballito, siempre arrastrando a alguien. 

Cada tanto te ponen la zanahoria delante para que camines con más ganas y los chicos se asustan por lo rápido que vas. Siempre ahí, siempre igual. Con los años te pondrás más viejito pero siempre hay alguien que quiere dar una vuelta en sulky.

Me pregunto si soñaste con ser un caballo de salto. Un potro salvaje. Si te gustaría salir de la plaza para correr en un prado. O al lado del mar. Estar con otros caballos, sin rumbo. O si así estarás bien. 

viernes, 26 de abril de 2013

Salí de acá

Dale, tomatelás. Salí de acá. Rajá. Andate, no la hagas difícil. No quiero verte más. Va a costar pero elijo que así sea. No tengo más ganas, no tengo más fuerzas. No quiero más. No puedo más. Quiero que te vayas. Que no te vea más, cada día. Siempre, infaliblemente.

Hacelo por lo que más quieras. Necesito un cambio. Un poco de incertidumbre. Algo que me haga sentir vivo. Un dolor, una angustia. Haceme sentir vivo que hace rato no se me pone la piel de gallina. 

Ya probé con sentir hambre, frío, bronca. Me di cuenta de que eso es parte de sentirse vivo. Pero quiero más. Dame más angustia. 

Andate y no me digas cuándo vas a volver. Que quiero sufrir esperándote. Me quiero doblar del dolor. Me quiero quedar sin voz por insultarte. Quiero no entender qué pasa. Y que no me lo expliques. 

Quiero dejar de ser humano por un rato. No quiero entender más las cosas que pasan. No quiero calcular y especular. Quiero ser un ya y ahora, nada más. Dale, andate. 

Andate, me voy a dormir. Pero no quiero que mañana estés acá cuando me levante, como siempre, convirtiendo la noche en día con tu brillo. Amaneciéndonos.

miércoles, 24 de abril de 2013

Antes de que lo digas

Lo supe desde que sonó el celular. Tengo esa dudosa capacidad de anticiparme a las malas noticias. Siempre la tuve. Yo le digo anticipación. No sé cómo se llama. No, no adivino. Es difícil de explicar. Me doy cuenta unos momentos antes, mientras me llaman. Con el "Hola" ya lo supe. 

Me pasó, es la primera vez que recuerdo, con Black. El doberman de mi abuelo. Era buenísimo, yo era chico, calculo 11 o 12 años, cuando se accidentó. Estuvo varios días mal, muy mal. Pedí ir a verlo a la veterinaria donde estaba internado. Hablé con él. No sé qué le pude haber dicho y después lloré. Lloré mucho por él porque me ponía muy triste que estuviera tan mal. A los pocos días mi vieja llegó de trabajar un poco más temprano de lo habitual. Subió la escalera y yo me di cuenta de que me iba a decir algo malo. No la veía todavía pero escuché algo raro en su voz. Y me dijo "Bruno". -Ya sé, se murió Black-. 

El día que era la fiesta de 4to a 5o yo jugaba al pingpong con Damián. Sonó el teléfono y lo supe. Después escuché a mi vieja "¡Paty, Paty se murió mi papá. ¡Se murió mi papá!". 

Y hace poco de nuevo, esta vez mi hermana me avisó. No supe quién, pero sí qué. No sé si es la hora, el tono de voz...

Suelo pensar en la muerte. Hago bromas. Creo que es mi forma de conocer un poco. No sé si morbo. Me parece que le tenemos miedo a lo que no conocemos. De ahí mis ganas de saber.

Igual pensaba el otro día que morirnos es algo no solo inevitable sino quizás lo único que tengamos que hacer solos en esta vida. Y probablemente lo último.

martes, 9 de abril de 2013

Pavlov

Como es sabido por algunos de ustedes, hace cosa de un mes que vivo en otra ciudad del país. Es mucho más chica que Buenos Aires y tiene una particularidad relacionada conmigo y el resto de sus habitantes: mi perro.

Wakko llama mucho la atención. Allá lo miraban pero hay más perros de raza por la calle. Acá no. La mayoría son perros híbridos o mestizos, no sé. Y sin dueño.

Cuestión que desde que llegamos los tres Wakko es furor por las calles del centro. Día tras día gente que dice "ay qué lindo perro, mirá" o "qué lindo perrito". Tiene mucho éxito entre los chicos por su tamaño y despierta sonrisas entre las señoras grandes.

Hay muchos que se hacen los que saben y le contestan con suma racionalidad, pertinencia en información a quién se ha expresado "sí, es un schnauzer mini. Hay medianos y grandes también". Yo en general no los corrijo porque ¿para qué? Confieso que al comienzo me gustaba pero ya me resulta un tanto molesto que una o dos veces por cuadra me hablen de mi perro. Y no porque sea un ser amargo (o no solo por eso) sino porque enseguida me preguntan "cuánto te costó". 

Ahí se me va al cuerno la simpatía y la cordialidad. No lo veas como un bien. Es mi perro, mi familia, ¿qué importa cuánto cuesta un perro de la misma raza. Entiendo que te pueda gustar y quieras averiguar pero existe algo llamado Google.

El caso es que ya estoy mal predispuesto y ayer me pasó de nuevo. Iba a buscar algo y una señora con un nene me dice con tono un tanto agudo "¿te puedo preguntar algo del perro?" Y yo estaba por largarle todo el cassette, de la raza, de su conducta, que no crece más y que es bueno con los nenes (porque es lo que sigue a la pregunta por el precio). Decime, le dije con cara de papel de lija.

"¿Es macho?". Sí. "¿Dónde lo compraste?". En Buenos Aires. "¿En qué criadero?" En tal y cual. "¿Cuántos años tiene?" Cumple 2 en agosto. Raro que me pregunten eso, pensé. Y ahí vino la cachetada que cada tanto viene bien cuando uno reacciona por costumbre. "Ay, qué bueno. Yo tengo 3. 2 son hembras y todavía no las crucé. Y con el macho no las voy a cruzar. ¿Querés que te avise cuando entren en celo?".

Y así yo aprendí que no tengo que babear cada vez que suene el timbre. Y Wakko tendrá su chance de tener dos amigas con derecho a roce.

lunes, 18 de marzo de 2013

Crónicas patagónicas

A dos apenas de haberme alejado de la gran ciudad, tengo algunas observaciones de aquí y de allá para compartir con ustedes, mis estimados lectores. A saber:
- Acá la gente no usa paraguas. Es la primera vez en mi vida que no me miran raro por la calle cuando llueve.
- El pan se pone duro si lo dejás al aire. No, no me sugieran cosas extrañas porque aparte suele hacer frío.
- Las calles, las personas y las avenidas todas tienen un artículo que precede a su nombre. Por lo general es el apellido de un tipo, con lo cual queda una contradicción fonética hermosa. Por ejemplo: "la Rivadavia" o "la Urquiza". La que menos ruido me hizo fue "la Roca" porque bien podría tratarse de una calle de Los Picapiedras.
- Se sale afuera: así es. Acá salís afuera, bajás abajo y subís arriba. 
- Hay más camionetas que personas. No entiendo cómo pero así es.
- Hay muchos perros callejeros. Son buena onda. 
- Se ve el mar.
- El aire y el cielo son diferentes.
- No vi barrenderos.
- Cuesta comprar palitas de plástico para limpiar.
- La gente se visita espontáneamente: "cuando estés por acá pasá".
- Al mediodía cortan un par de horas y después reabren como a las 4.
- 5 cuadras no es "acá nomás".
- Los del gas te hacen esperar mucho para habilitarte (igual que allá).
- Tenés lugares hermosos a 20 minutos en auto.
- Usás todos los cambios de la bici y si tuviera 60 los usarías también.

martes, 19 de febrero de 2013

Alrededor de cumpleaños

Hay cosas que no entiendo del comportamiento social. Una de ellas gira en torno al ego. ¿Por qué se supone que tengo que avisarle al mundo que es mi cumpleaños? ¿Por qué me saludan y me dicen "feliz cumpleaños" aunque haya pasado ya una semana del día en cuestión? ¿Es mi falta no avisar o es del resto por no saber?

Si no sabe, no hay ofensa, no hay falta incluso. No es como un delito que vos cometés porque no sabés que hay tal ley que prohíbe hacer equis cosa. Si no sabías no sabías. Pero no entiendo la supuesta obligación que tiene el que cumple de llegar y decir "hola a todos, ¡hoy es mi cumpleaños!" (salúdenme).

Me imagino la situación conmigo del otro lado. A ver.

X: Hola, hoy es mi cumpleaños.
Yo: Ah (mirá qué loco). Feliz cumpleaños (?).
X: (alegre) ¡Gracias! ¡Qué bueno que te acordaste! Me pone contento que la gente me quiera tanto.
Y: Pero si vos recién me dijiste que...
X: Sí, sí, relindo cumplir años hoy...
Y: Ah mirá, no sabría decirte.
X: ¿Vos cuándo cumplías? Me acuerdo que era por agosto pero no me acuerdo bien la fecha. Me confundo con el de mi vieja.
Y: Claro. Yo cumplo en febrero.
X: Ah, cierto. Como Adalberto, el pizzero de mi barrio. ¿Y qué día era, 27?
Y: El 30. El 30 de febrero nací yo.
X: Ah, qué bueno*.
Y: Sí, muy copado cumplir en verano, por el calor viste.
X: Sí, creo que Rolo también cumple en febrero.
Y: En octubre cumple él. ¿Te acordás que hizo la fiesta de disfraces Halloween?
X: Cierto, cierto. Es importante para uno que se acuerden de su cumpleaños. Vení, comete una medialuna que traje por mi cumpleaños.
Y: Gracias. Que lo pases muy lindo ¿eh?
X: Sí, gracias. Muchas gracias. Después arreglamos bien para el festejo y te venís.
Y: Dale, dale. Esperame que tengo otra cosa antes y voy.

*Nota del autor: ¿por qué dicen qué bueno? Es un día como cualquier otro, ni siquiera retenés la fecha que te dije.


jueves, 7 de febrero de 2013

Un mundo raro

Así se me ocurre llamarle al lugar donde vivimos todos nosotros. Hoy ha sido un día raro, en un mundo raro. Pasan muchas cosas todo el tiempo, a veces son importantes, a veces son urgentes.

Tengo piso. Vinieron los albañiles y terminaron el trabajo y mi casa volvió a tener piso. Podrá parecer una boludez pero no saben cuánto más urbano me siento ahora que piso cerámico en vez de carpeta de cemento.

Llamé para hacer unos trámites en el seguro del auto y cometieron todos los errores posibles. Creo. Tomaron mi nombre como si fuera mi apellido. Creyeron que quería cambiar de póliza. Que había cambiado el auto. Que quería un seguro nuevo. Que quería una cotización. Que el seguro era para mi casa. Que había vendido el auto. Yo soy de pensar en todo lo que puede pasar pero esta vez de verdad no me lo imaginaba. Cada vez que me atendía una operadora distinta surgía una cosa nueva. Un malentendido impensado. Me reía. Y ellas se enojaban entre sí por no poder resolverlo.

Después vi un perro atropellado. Por suerte unas chicas lo ayudaron. Le dieron agua, comida. Lo acompañaron. Llamé a la veterinaria para ver qué hacíamos. Parecía tener una pata quebrada. Estaba tranquilo igual. Me dio pena. Pensé qué feo debe ser morirte y no tener a nadie conocido cerca. Me acordé del turista francés, que murió como un perro hace poco cuando le quisieron robar. Y me dio pena. Intercambiamos teléfonos con las chicas, le consiguieron un lugar para quedarse un tiempo hasta que se recupere. Recién hablé y me contaron que le estaban por hacer rayos X. Puede que haya que operarlo de la vejiga.

Había pensado que el mundo es una mierda. Porque hay gente que atropella perros y se va. No les importa. Pero también hay gente que los ayuda, aunque no los conozca. Aunque no se los vaya a quedar. Y me sorprendí de que no sean pocos. Cada persona que pasaba paraba, preguntaba, pensaba cómo ayudar. 

Tal vez el perro estaba tranquilo por eso. No las conocía. No nos conocía, pero sabía que todavía hay gente que no está blindada.

martes, 29 de enero de 2013

No atiendas un celular que no es tuyo

Yo entré al vestuario como siempre. Cerré la puerta detrás de mí y apoyé el bolso en el banco. Me saqué una zapatilla, la derecha creo y me senté. Me saqué la otra. Las medias también. Me saqué la remera. Miré mi lunar y pensé "tengo que ir al dermatólogo". Hace como 5 años que lo pienso y no lo hago.

Abrí el bolso y saqué el pantalón. Sonó un teléfono. Primero hizo un piiip largo y después música. ¿Qué canción era? Yo la conocía, pero no la podía identificar. Parecía Queen. A lo mejor era. Dejó de sonar. Creo que estaba dentro de alguno de los bolsos que están en el estante de arriba. Me puse el pantalón. Sonó otra vez. Y otra. Nadie venía a atender. Seguro que era de alguno de los de karate que están en el piso de arriba y no lo escucha.

Terminé de vestirme y acomodé mi bolso por ahí. El teléfono volvió a sonar. Impaciente, insoportable. Nunca había hecho esto pero ya no me aguantaba más la intriga así que abrí el bolso rojo y lo encontré. En pantalla el identificador decía algo que no creí: "Elvis". Será algún amigo patilludo y con jopo, pensé. Y atendí.

— Dale, pelotudo, toda la noche te voy a llamar si no me atendés— me dijo la voz desde el otro lado del teléfono. 
— Hola, mirá no sé a quién buscás pero yo estaba en el vest...
— Callate hijo de puta. A mí no me engañás más
— No señor, no me entiende. Yo no soy...
— Sé muy bien quién sos: el que me debe 200 lucas. Y me las vas a pagar.
— Insisto, yo no sé quién cree que soy pero agarré el teléfono que sonaba porque ya no lo aguantaba más, estoy en el vestuario.
— Mirá pibe, esto es así. ¿Yo tengo que cobrar una deuda o matar al que no paga. ¿Atendí yo? No. Así que juntame las 200 lucas porque se pudre. ¿Me entendiste?
— Sí, pero la llamada no era para mí.
— ¿Y vos cómo sabés eso, Bruno?

Se me congeló la sangre. Se me erizaron todos los pelos de la nunca. Tuve frío, transpiré. Creo que casi me cago encima. Discúlpenme la honestidad pero fue así.

No dije nada. No pude. Él siguió.

"Sabemos muy bien quién sos. Dónde vivís y con quién. Era obvio que si te llamaba a tu celular no me ibas a atender después de lo que pasó".

Yo no sabía de qué me hablaba. No sabía quién era Elvis. Bueno, este Elvis. Y tampoco sabía qué hacer. Justo se cortó la luz. Y me vi. Les juro que me pude ver desde afuera de mí parado en un vestuario con un teléfono que no era mío, con una llamada para mí de algún narco o asesino muy pesado. Y no sé cómo. No sé porqué, le dije: "Elvis, guardate. Esto ya fue, perdiste. No jodas más conmigo porque voy a reventar al resto de tu banda. Al Yoni, al Madonna, y al puto del Marciano. Y a todo pelotudito que ande cerca tuyo, ¿me entendiste?".

— Ok, ok, Quedamos a mano por esta vez. Pero no te metas más en mi territorio, ´tamo?
— Cuidate, Elvis. Y no me rompas más las pelotas que me caés. bien.
— Chau.

Volvió la luz. Dejé el teléfono y salí. Me sentí un gángster.

martes, 22 de enero de 2013

Hacete la película

¿En qué película vivirías si pudieras elegir? Así de la nada me surgió eso. Y no lo sé. Creo que me encantaría ser parte del grupo de "Gladiador". No por la parte de la esclavitud pero me hubiera gustado vivir esa época. O "El último samurai" y ver esa historia del enemigo que cambia su visión de mundo y se pasa a nuestro bando. Yo hubiera sido un japonés, sin dudas.

"El señor de los anillos" me parece que no pero como última instancia podría ser. Hay otras antes: "Medianoche en París" por ejemplo. "What ever works". Hubiera sido divertido. Pero sería todos los días lo mismo. Vos en una película, hacés tu parte y todos lo mismo. 

¿Me plantearía un cambio en ese caso? ¿Tendría conciencia de eso? Mirá si me tocaba "Duro de matar" o "Jason Bourne". Me imagino que no me aburriría nunca. O en "Los rompebodas". Menos en cualquiera de Tim Burton que me angustian...

Y las de Almodóvar tampoco, porque siempre tienen conflictos grandes, profundos. Ya sé, creo que yo podría vivir en "La historia sin fin". Atreyu.

¿Y vos sabés en cuál te gustaría vivir?

miércoles, 2 de enero de 2013

El que sabe todo

Hace un tiempo ya que no me dedico a describir personajes típicos como "Flequillo y botas" así que voy a empezar el año con una de las personalidades más irritantes pero también más comunes que se pueden encontrar alrededor de las sobremesas: el que sabe todo.

No siempre es hombre. Hay mujeres porque para saberlo todo no es cuestión de limitarse por el color de escarpines que te hayan puesto de bebé. Pero piénsenlo bien, rara vez faltan a la sobremesa. En especial para la época que recientemente atravesamos.

El que sabe todo es distinguible primeramente por su postura corporal. Fíjense. Se sienta con los antebrazos apoyados sobre el mantel, las manos una sobre la otra preferentemente con las palmas hacia abajo. Los dedos de una mano sobre el dorso de la otra. Aquí cabe la salvedad de si el susodicho es diestro o antidiestro. La espalda erguida y la cabeza un poco hacia adelante, como si fuera una tortuga.

Los pies, puede que no lo hayan observado, van cruzados uno delante del otro. Como un ancla. Y la mirada ondea arriba, abajo y arriba de nuevo, entre las cejas y los hombros de los demás. Algún que otro gesto nervioso o de ansiedad mientras toma aire para mostrarnos todo lo que sabe; puede que sea un tic. Tocarse la nariz. Acomodarse los anteojos, hacer la mímica del chiflido con el labio inferior sin emitir ruido. Espera así, agazapado. Pacientemente aguarda el momento oportuno y cuando el grupo se ha disuelto y queda una sola víctima en la mesa, ataca.

El que sabe todo es como los depredadores. Espera su oportunidad de atacar cuando hay un desprevenido en soledad. Contra un grupo se sentiría disminuido. Habla. Habla, habla y habla de todo y opina. Él sabe. Él, que sabe todo, puede darte consejos sobre cómo humedecer el pionono para que te salga mejor, cómo desparasitar a tu perro e incluso cuál es la mejor época del año para comprar un potus.

El que sabe todo suele ser culto. Seguramente de chico fue un poco solitario. Apegado con alguno de sus padres. Lector ávido que veía poco el sol. Rara vez elegido mejor compañero. Hay quien dice que es así porque es su forma de vivir. De vivir a través de los demás. Y hay quien cree que es así pero no se da cuenta. Sea como sea, es algo extraño que alguien que sabe tanto no sepa sobre algo tan básico.

Conoce de tecnología, de mitología, de literatura, de física y de química. De música, de cine y de historia. Ha leído y le gusta que todos lo sepamos. Pero, casualmente, lo que todavía no ha aprendido es lo que no está escrito en ningún libro o revista de divulgación científica: cuándo quedarse callado.