Ni idea dónde voy pero seguime

martes, 2 de julio de 2013

Anagrama

Me desperté y todavía soñaba. Tenía ese pedacito que queda del sueño cuando llega hasta que estás todavía dormido pero conciente de que lo estás. Ese momento en el que te das cuenta de que tenés un cuerpo y estás hecho bolita en la cama calentita pero el sueño sigue, querés que siga, como una película interesante cuando tenés muchas ganas de ir al baño. Querés que siga pero sabés que tiene que parar.

Esa situación no tiene nada de raro, me ha pasado muchas veces. Lo que fue poco común fue lo que soñaba. Era un anagrama. No soy de soñar palabras, creo.

Recuerdo que cuando iba al colegio a veces soñaba cosas que me tenían preocupado y las resolvía así, dormido. Algún que otro problema matemático, un asiento contable, una palabra que no recordaba en inglés. Y me despertaba en la madrugada casi con un grito "¡Ah!".

Supongo que hacía rato que mi cerebro no hacía eso y por tal motivo me sorprendió que volviera a pasar, pero lo que más me llamó la atención fue que, como en muchos sueños, no recuerdo bien qué era. Si había una historia como cuando volaba en el jardín, solo en el cuadrado de pasto o si me perseguían por dentro de una casa y yo escapaba en bicicleta y despertaba siempre al salir cuando el dedo de mi perseguidor rasguñaba mi hombro.

No, no me desperté con esa sensación de miedo mezclado con alivio. No me desperté con satisfacción como cuando despejaba bien una x ni con el orden de tener un balance perfecto. Me desperté con sabor a verdad. De esas verdades que no nos gustan pero que nos da tranquilidad haberlas comprendido, porque a veces la verdad está ahí, no hay que descubrirla, solo entenderla.

Me desperté pensando en una frase que hasta recién, cuando escribía esto pensé que era un anagrama. Y debería serlo, porque casi me convenció: lo fiable es falible.

No hay comentarios: