Ni idea dónde voy pero seguime

martes, 28 de agosto de 2012

Martes

Martes marciano; mareo marcado.
Marlene, mareada marsopea.
Marca maravillada mariposas en Maracaibo.
Marta, marioneta del mar marra.

Mara martilla marqueses.
Martes, maroma de mares.

Memorias

Abrió un poco la boca. Tiró la pastilla dentro con la ductilidad de un jugador de básquet. A distancia, desde la altura de la pera. Ni un diente tocó y aterrizó en la lengua, almohadón relleno de palabras no dichas aún.

La empujó con la punta, pasó directo y la tragó. Después la empujó con un vaso de whisky. Lo apuró y apoyó el vaso fuerte contra la mesa. Se rajó el borde. Lo levantó sin haberlo soltado y lo estrelló contra la pared. Se quedó sentado ahí, viendo los pedazos de vidrio mientras terminaban de girar sobre el piso frío. Apoyó la mano sobre la mesa, la frente sobre la mano, y se durmió.

Se despertó con un sabor de boca amargo. Los labios secos, cortados. Se incorporó y tuvo que sentarse de nuevo por el mareo que sintió. Le tomó unos minutos poder ir hasta el baño. Le latía la cabeza, se movía el piso, todo estaba muy raro. Llegó hasta el baño y se hincó para lavarse la cara con ambas manos. Gritó y todo se puso oscuro. Sintió el piso frío contra la cara antes de perder el conocimiento.

Cuando se despertó seguía tirado en el piso. Quiso correrse el pelo de la frente, pegado por el sudor que la empapaba pero no pudo. Recordó lo que había visto antes de desvancerse. Se miró y allí donde debería estar su mano encontró el muñón de nuevo. La impresión casi lo vuelve a vencer. Se apoyó en el lavatorio y se incorporó lentamente hasta poder mirarse al espejo.

Se miraba sin poder creerlo. Los ojos claros, el pelo largo con rulos, la barba crecida. Los piercings, el tatuaje en el cuello… Se pasó la mano que le quedaba por la garganta y siguió los firuletes dibujados por su cuello. "Es una pesadilla" pensó inmediatamente. Tiene que serlo. Él no era él. No era ése del espejo. No le faltaba una mano, ni tenía un tatuaje ni tenía rulos y pelo largo. Pero se movía y… No podía ser. No podía ser que fuera.

Encontró los restos de un vaso cerca de la pared. Buscó a ver si había alguien en la casa, pero estaba solo. Reconocía su casa pero él no era él. Tenía que despertarse de ese sueño. Algo se ocultaba debajo de su pantalón hecho un bollo en el suelo. Levantó el jean y vio el frasco naranja con pastillas redondas. Seguramente había tomado algunas. ¿Estaría drogado? Se le ocurrió entonces llamar a un amigo para saber si estaba soñando. Caminó hasta la mesa de luz y buscó su teléfono celular. No lo encontró. Fue hasta el de línea y levanto el auricular. No tardó ni dos segundos en darse cuenta de que no sabía su número de celular de memoria. —Maldita modernidad— pensó.

Continuó con su tarea abnegada pero no logró encontrar el celular. Tampoco encontraba las llaves y la puerta estaba trabada. No podía contactarse con el mundo exterior. No había electricidad así que no podía ver televisión. Ni escuchar radio. Se sentó a esperar. Estuvo con la espalda contra la pared, intentando repasar paso por paso lo que había hecho pero no lograba recordar nada, ni siquiera quién era el que veía en el espejo ni porqué le faltaba una mano. Después de casi 15 horas desistió y fue a acostarse.

Se despertó varios días después en un hospital. Lo habían encontrado deshidratado, luego de que sus compañeros de trabajo denunciaran su repentina ausencia durante dos semanas. Los médicos hablaban del milagro que representaba haber sobrevivido sin agua ni comida durante tantos días. La televisión quería la historia del hombre invencible. Las enfermeras se acercaron con una sonrisa. "¿Quiere algo?" le preguntaron. —Me gustaría saber quién soy—.

martes, 21 de agosto de 2012

Como si fuera un héroe

Hundió el pie en el barro. Quiso avanzar pero el paso le quedó trunco por la dificultad del terreno. Frenó, acomodó bien el pie dentro de la zapatilla, retiró cuidadoso y caminó. Iba con dificultad, no es fácil caminar por el barro blando y no perder un calzado. Y él no quería ser Cenicienta. Mucho menos vestido de Batman.

Como pudo se hizo lugar entre la multitud para guarecerse dentro de la carpa. La lluvia era grande, de gotas pesadas y filosas que duelen cuando pegan. Tenía su máscara y su capa pero se sentían igual los gotones. La gente corría desquiciada, un Teletubbie se cayó de espaldas, Ironman lo pisó, después el dinosaurio Barney. El Teletubbie no podía levantarse. Batman miró, no vio a nadie más dispuesto y corrió en su ayuda. Iba como un relámpago esquivando muñecos, piratas, abejitas y duchas humanas. El cuerpo abotellado del Teletubbie era una mezcla de barro y sangre, le quitó la cabeza y lo ayudó a levantarse. "Gracias, Batman" le dijo. Se incorporó y no pudo ni abrazarlo que el hombre murciélago ya había desaparecido.

Batman volvió hacia la carpa pero ya no se podía entrar. Caían millones de gotas, había relámpagos y truenos y la gente ya corría descontrolada para escapar de la tormenta. Había gritos de terror. Un payaso tirado al lado de la carpa 2 con el maquillaje corrido por el vómito. La sonrisa le había quedado desdibujada, estaba empapado, embarrado y desmayado. Batman lo dejó en un lugar menos peligroso y corrió hasta la entrada. Salió y buscó a Alfred, pero no lo encontró. Fue al estacionamiento y el Batimóvil ya no estaba ahí. Se lo habría llevado el Guasón. Seguramente en compañía de Gatúbela y El Acertijo.

Batman empezó a caminar rumbo a su Baticueva. Ese día le tocó volverse a pata.