Ni idea dónde voy pero seguime

lunes, 30 de julio de 2012

La discusión

Yo justo lo escuché todo. Estaba recostado en mi cama leyendo algo.
Él: Lo que me hiciste no tiene perdón de Dios.
Ella: Vos sos el principal responsable, no quieras endilgarme la culpa a mí ahora.

Uf, pensé. Esto debe ser algo jodido. Algo muy privado realmente. Me debatía entre la curiosidad y la conciencia de culpa. Lógicamente ganó la curiosidad y dejé el libro en la cama. Me bajé de ella y me acerqué lo que más pude a la ventana. Era verano, así que el vidrio no me estorbaba en mi tarea de vieja chusma.

Él (+): Acá no importa de quién es la culpa sino qué hacemos desde ahora y en adelante.
Ella (-): A vos no te importa de quién es la culpa porque sabés perfectamente que es tuya. Entonces si nadie es culpable es una forma de no hacerte cargo.
+: Creo que mirás demasiadas novelas.
-: Miro novelas cuando estoy sola porque vos te fuiste a jugar al fútbol con tus amigos. Bah, eso me decís.

Ah, pero es un hijo de puta este tipo. La deja sola a la mujer y encima le recrimina. ¿Qué le habrá hecho ella a él? Si le metió los cuernos con el mejor amigo capaz que hasta se lo merece por abandónico. Qué talento que tienen las mujeres para que nos pongamos de su lado. No por debilidad, ¿eh? Es por justicia nomás.

+: ¿Qué querés decir, que ando con otra?
-: O con otro, no te olvides de que yo te conozco mejor que tu mamá.
Ah no, tan inocente no es esta perra. ¿Cómo le va a tocar el orgullo así? Le metió el dedo donde más duele… Bueno, a lo mejor a él no pero igual.

+: Pará pará, te estás yendo a la mierda.
-: ¿Y cuál es el problema si ya me mandaste varias veces? Ponete contento que te voy a hacer caso.
+: No me refería a eso. No importa, mientras yo no tenga que cargar tus bolsos cuando te vayas, andate a donde quieras.
-: Obvio, siempre la ley del menor esfuerzo vos.

Uf, es brava la petisa. En realidad no sé si es petisa, pero debe serlo, porque es brava. Y no sé por qué siempre creo que la gente bajita tiene carácter fuerte.

+: Si fuera tan vago no te aguantaría a vos, que bastante esfuerzo demanda.

Bien, loco bien. Muy buena respuesta.

-: Ay sí, pobrecito él, como si yo fuera una mina conflictiva.
+: ¿Me estás cargando? ¡Acaban de echarnos del bar porque el mozo te trajo el jugo de naranja con dos semillas y se lo tiraste en la cara!
Es una loca, flaco, dejala. Dejala yaaaaa.
-: No seas cobarde que yo me la banco solita.
+: No te entiendo. ¿Cómo puede ser que la misma persona que se putea con un morocho de un metro noventa llore porque se le rompe una media?
-: Sos tan básico.
+: Sí, capaz que soy demasiado básico, por eso te resulta fácil manejarme.
Este pibe es mi ídolo, se le ocurren las respuestas más sarcásticas que conozco.

-: Ahora vas a burlarte porque yo no aprendí a manejar ¿no? Siempre buscás el punto débil, la herida abierta.
Tiene razón. No da que le moje la oreja así. Pobrecita se debe sentir mal por no manejar.

+: ¿Herida abierta? Lo que sangra es mi bolsillo después del palo que te pusiste contra el árbol de la avenida...
-: Bueno, ¿para que polarizaste el auto? En definitiva es culpa tuya.

Uy pero qué mala mina. Hija de puta le choca el auto y encima lo culpa. Ojalá que la deje, loca de mierda.

+: Sempre es culpa mía. Como cuando volví temprano del laburo y tu amigo del gimnasio estaba en cuero porque se le cayó el mate encima… ¿Para qué venís temprano? me dijiste.
-: Y sí, si no podés tenerme confianza cuando estoy con otro hombre no estés conmigo.
Ah no, pero esta mujer es el demonio. Yo te banco, flaco. Estamos todos con vos, campeón. Tengo ganas de correr la cortina, abrir las rejas como si fuera el increíble Hulk y abrazarlo. Decirle, no te gastés más, loco, esta mina no vale la pena.

Escucho que ella solloza. Él se va. Veo su sombra que se mueve. Ella se gira, me parece que me vio. ¿Y si me vio? ¿Qué le puedo decir? Qué vergüenza. Corro apenas la cortina y la veo. Es bajita como me la imaginaba. Rubia rubia. No le veo la cara porque la tiene tapada con sus manos. Tiene las uñas pintadas de muchos colores. "¿Estás bien?" le pregunto casi con miedo. -No. Buuuu- nadie llora lindo pero esta chica era insoportable. Era como un Tiranosaurio constipado. Gritos desgarradores. "Ahí voy" le dije poniéndome el traje de héroe.

Abrí la puerta, salí al hall y abrí la puerta del edificio. Me acerqué a ella con un vaso de agua y un rollo de cocina para que se pueda sonar la nariz. Me fui hasta su lado y mientras se sonaba los mocos me quedé paradito en la vereda como un gil. Levanté la vista hacia la otra esquina y lo vi a él. Hecho un bollito contra la pared del otro departamento. Acurrucado con la cabeza hundida entre los brazos y las piernas. Era un ser triste y sin cabeza. Y ya no supe de qué lado ponerme. "Acá tienen las servilletas, cualquier cosa avisen y les pido un taxi". Y entré a tomar unos mates, porque ya empezaba el partido y no me lo iba a perder por una discusión.

martes, 24 de julio de 2012

Viajeros cruzados

No sé si era espíritu bromista, maldad o generosidad lo que los impulsaba a hacerlo. Me contaron la historia en un pueblo cerca de la Cordillera de los Andes, en algún lugar de la Argentina. Estos tipos venían a refugiarse porque iban a terminar presos si no se rajaban de Buenos Aires.

Nunca les vi la cara ni supe sus nombres, pero eso no importa para contar lo que hicieron. Todavía no sé si eran buenos tipos, supongo que cada uno podrá interpretarlo como le parezca.

El caso es que estos dos tipos, llamémosles Ernesto y Tito, trabajaban en el Aeroparque Jorge Newbery transportando pasajeros desde las puertas de embarque hasta los aviones. Un trabajo simple, reiterativo, un poco aburrido diría yo. Siete u ocho horas por día manejando un colectivo de una puerta a un avión sin ver que cambie el paisaje, sin conocer a un kiosquero para comprarse una Coca. Pero bueno, eso hacían. Hasta que un día, dicen que por accidente, descubrieron que le podían cambiar el día a mucha gente.

Fue un día de frío como a las 4 de la madrugada. Tito tenía que ir al 737 y Ernesto al 727. El de Tito  iba a Salta. El de Ernesto a Bariloche. Salían con unos minutitos de diferencia. Tito llegó y vio que había otro colectivo descargando gente. Se bajó y fue a hablar con el conductor. Era Ernesto, el de Martín Coronado.

- ¿Qué hacés, Ernesto? Me parece que te confundiste de avión papá.
- ¿Cómo andás, Tito? A ver, dejame que reviso. No, estoy bien, este es el que va a Bariloche.
- No, pá. Este va para Salta.
- ¿Estás seguro?
- Sí.
- Uh, qué boludo. Pará que le aviso al controlador por radio para que me baje la gente así la llevo al otro…
- Dale.

Se hizo un silencio y se miraron cómplices. Tito habló primero.
- ¿Te parece?
- ¿Y qué puede pasar?
- Jajaja, la verdad es que sería divertido a ver qué pasa.
- A lo sumo uno en vez de ir a esquiar va a terminar tomando vino y comiendo empanadas. Mal no la va a pasar.
- Sí pero si se llegan a enterar nos rajan.
- Siempre podemos decir que fue un error.

Y así fue que hicieron la primera de sus confusiones. Se imaginan lo que habrá sido para 200 pasajeros llegar al aeropuerto de Salta en vez de al de Bariloche y viceversa…

La cosa es que empezaron a participar a otros compañeros de trabajo y de a poco se fueron sumando. Cada tanto alguno que se dormía en el vuelo amanecía en la otra punta del país. Ellos disfrutaban pensando que te hacían conocer lugares a los que de otro modo no irías. Pero hubo casos jodidos, como el tipo que iba al casamiento del amigo, llevaba los anillos y todo, y en vez de aterrizar en Córdoba fue a parar a Mendoza. El tipo se alquiló un auto y llegó igual, sobre la hora, a la ceremonia. Pudo ser padrino pero el amigo se separó al poco tiempo. Parece que ella tenía a otro. En una de esas si no se apuraba tanto le evitaba el quilombo al amigo.

Y así hicieron unas cuantas veces. Ya la gente sospechaba. No se sabía bien si era un tema de pilotos pero siguió pasando. Yo quería contarles esta historia desde Neuquén, pero acá estoy, tomando unos mates en Catamarca porque el espíritu de Ernesto y Tito sigue vivo.

martes, 17 de julio de 2012

La charla


Estaría bueno poder hacer algo para olvidarme de ella dijo mientras miraba por la ventana. No sé qué miraba. No había nada extraordinario en casa. Un poco de pasto, algunas plantas y un nogal viejo que ya no ofrece más que sombra. Pero siempre miraba a través del vidrio. Jamás hablaba con la vista fija en mí. Tal vez le incomodaba mi mirada. O mi cicatriz. Qué sé yo. 

Medité un momento. Miré hacia arriba e inspiré sonoramente. Dejé escapar el aire de a poco, como si estuviera intentando relajarme. Moví la tapa de la pava y me serví un verde. Abrí la boca para hablar pero me arrepentí. No sé cómo, pero lo supo.

"Decí lo que ibas a decir" me dijo. Llevé mis ojos hacia su figura lastimosa. Estaba en posición fetal, de costado a la ventana con las manos anudadas delante de las piernas flexionadas. Tenía más canas que la última vez que nos habíamos visto. Yo quise inventar algo pero no pude.

"Dale, hablá" insistió firme. Yo no sabía muy bien qué decirle. Esa era la verdad total. Porque a veces hay verdades a medias. Cada uno puede elegir decir lo que quiera, a mí me gusta la idea de poner una parte y que el otro vaya descubriendo el velo si quiere. Porque no siempre lo que hay es del todo agradable. En especial cuando hablan conmigo. "Decime, yo me banco lo que venga porque soy macho" me dijo.

"Mirá, Luis, lo cierto es que no vas a poder olvidarte de ella. Lamentablemente es una marca que vas a tener por siempre con vos. Y no importa los esfuerzos que hagas, las técnicas que inventes y las terapias a las que recurras, ella siempre va a seguir siendo tu primer amor. Es el que te tocó". 

Fumó una pitada, revoleó los ojos un rato y amagó decir algo. Pero se contuvo. Meneó la cabeza con tal parsimonia que no supe si era un no o si cantaba mentalmente una canción que sonaba en la radio vieja que estaba en la cocina. "Yo no quiero acordarme más de ella. Quiero hacer que no exista más para mí. ¿Vos podés hacer eso?" me preguntó casi desesperado. Creo que ahora me miraba. Yo seguía con la vista los últimos rayos del sol que arañaban el lomo del perro echado a mis pies. ¿Qué podía decirle para consolarlo? ¿Cómo sacarle la angustia a alguien sin mentirle descaradamente?

"Luisito: vos tenés que encarar esto de otra forma", le dije. No pienses más en ella como una mala primera experiencia. Agradecé que no fue la última, porque cuando dejemos este mundo lo que nos va a quedar como sabor de boca va a ser la última, no la primera. Bajó la cabeza. El mentón al pecho, cerrado, hecho un bollito tiró un "la concha de su madre". 

-¿En qué pensás?- me dijo mientras me ponía la mano en el hombro. 
-En esas charlas que siempre tenemos pero que nunca decimos-
-Sí, boludo, hace 2 horas que te pido un mate- 
-Me colgué. Tomá, Luisito-.

viernes, 13 de julio de 2012

¿Qué hacemos con la inseguridad?

Aclaración antes de leer: no pretendo resolver el asunto. Solo traté de pensar qué nos pasa y qué podemos hacer al respecto. Llámenlo un pensar en voz alta y reflexionar sobre la marcha de las palabras.

La sensación de riesgo que nos provocan los asesinatos y robos no es nueva. Intuyo que desde que existe la propiedad privada debemos haber convivido con esto. Al menos desde el famoso “la bolsa o la vida”. Como es un tema que es recurrente y además preocupante me propuse hacer un ejercicio y pensar qué podemos hacer con ella.

Lo primero que medité es que el ser humano tiende a reaccionar instintivamente ante el peligro. Seremos todo lo racionales e inteligentes que quieran pero ante un miedo lo que actúa es el instinto. Después vienen las acciones perfeccionadas para eso. El miedo a la oscuridad por ejemplo. Supongo que el fuego además de abrigar y permitir cocinar alimentos habrá sido una solución ante la angustia de que pudiera atacar algún animal escondido entre la oscuridad. Después perfeccionamos velas, lámparas, electricidad, etcétera. Pero el impulso que lleva a iluminar me parece que tiene que ver con que si hay luz vemos y podemos estar atentos al peligro.

Claramente no podemos hacer que la oscuridad deje de existir. Entonces la exterminamos. La combatimos con artefactos e implementos que nos hacen sentir dos cosas: control sobre ella y menos riesgo. Pero sigue siendo de noche cada día. Eso no lo podemos cambiar. Y espero nunca podamos tampoco.

Entonces mi pregunta es si se puede analizar la respuesta a la inseguridad con el mismo razonamiento. Veamos. Si existe la propiedad y existe gente dispuesta a robar y matar por obtener objetos de otros veo al menos 3 opciones posibles, muy básicas pero a la vez complejas:
eliminar la propiedad privada (no voy a ocuparme de esta)
eliminar a los delincuentes (suele ser la que circula socialmente)
eliminar la delincuencia y por consiguiente la inseguridad (quizás tan utópica como la primera)

No apoyo la de eliminar a los delincuentes por varios motivos. Principalmente porque en una ecuación valor de la vida humana/valor de cualquier objeto voy por la vida (y ahí viene el argumento de que te matan por robarte y podés defender tu vida) pero además porque agotar o exterminar a los actores no va a terminar con el sistema que los genera. Sería como talar los árboles para que no nos taparan el sol. Igual seguiría siendo de noche.

¿Y si tratamos de que no exista má la delincuencia? Sí, pensando utópicamente. Ya sé que muchos me dirán que siempre habrá gente dispuesta a robar y matar porque son malos o porque son vagos y prefieren eso a trabajar aunque se les de la oportunidad. Pero creo que en proporción son muy pocos a los que no. Y lamentablemente siempre van a existir.

¿Qué podemos hacer entonces? Podemos tratar de podar los árboles pero las hojas van a volver a crecer y dar sombra. Podemos arrancarlos pero nos vamos a agobiar con el calor de día (y el viento en invierno).

Me parece que no tengo una buena conclusión sobre esto. Creo que todo me lleva a pensar que es algo que va a existir siempre. Se prohíba, se castigue o se elimine a sus actores.

A lo mejor, y no me gusta nada esto, tenemos que aprender a convivir con ciertas cosas que no podemos controlar. Es feo. Es angustiante pensar que esto es así pero no veo que podamos nosotros, como ciudadanos quitarnos este problema que nos preocupa y nos aqueja.

En un plano de suposición. Hagamos de cuenta que alguien cambia las leyes y se endurecen. Incluso que promovieran la pena de muerte por robo (¿vale más algo mío que la vida de otro que me lo robó?). ¿Qué hacemos si con todo eso sigue habiendo delincuentes y asesinos? ¿Ponemos 6000 años de cárcel? Supongamos que borramos de la historia humana la delincuencia. Que dentro de 200 años nadie sepa que existía algo llamado romper la ley. ¿No volvería a aparecer?

¿Será que el problema está en que haya leyes porque se transgreden? No me imagino tampoco un mundo sin reglas donde cada uno hace lo que quiere sin consecuencias porque sería el ojo por ojo diente por diente.

No sé que otra cosa hacer más que preocuparme y cruzar los dedos.

martes, 3 de julio de 2012

Hermossa

Hoy no tenía pensado escribir. Mucho menos esto. Nunca pensé que el domingo había sido nuestra despedida. Quizás hubiera hecho algo diferente de haberlo sabido. No sé. Tal vez estuvo bien así, como siempre, como cada vez. 
Fueron las últimas mandarinas que compartimos porque a pesar de tu fanatismo por esa fruta nunca aprendiste a pelarla. La última vez que no me querías dar la pelota para que te persiga. Y que me diste la pata. Justo te pregunté, "¿cómo hacés para aguantar estos dos?" y me miraste con ojos de paciencia infinita. Yo te entendía y vos a mí. 
Por ahí fue tu manera de despedirte. Creo que algo percibí. Ahora me voy a acordar de vos cada vez que vea una manguera que riega o el filtro de una pileta. Estarás persiguiendo chorros de agua en otro lado. Espero. Y me quedo con los juegos alrededor de la mesa blanca, donde eras inalcanzable. Y con tu cabeza entre mis rodillas mostrándome la pelota de tenis para que te la tire lejos. Me acordaré de vos cuando pase por el hipódromo porque ahí íbamos a correr juntos. De la vez que tuve que pedirle un balde a un kiosquero para que puedas tomar agua y me dio el de los Pico Dulce. No querías caminar más después. Y no eras como para llevarte a upa. Ya no tengo mucho como para decir. Creo que te dije siempre que te extrañaba desde que no vivimos juntos. Así que ahora te voy a extrañar hasta que nos volvamos a ver.

lunes, 2 de julio de 2012

¿Qué te iba a decir?

- ¿Qué te iba a decir?
- No sé, todavía no puedo escuchar tus pensamientos así que no entiendo por qué me lo preguntás.
- Bueno, es una forma de decir.
- ¿De decir qué?
- De decir que me olvidé lo que te iba a decir.
- ¿Y cómo sabés que te olvidaste?
- Perdón, no entiendo.
- Claro. Decís que me ibas a decir algo pero que te olvidaste qué. ¿Cómo sabés que tenías algo para decir?
- Porque te estaba por decir algo y me olvidé qué.
- Eso mismo digo. ¿Vos sabés que vas a decir algo antes de saber qué?
- Y sí...
- Ok.
- ¿Qué tiene?
- Nada, es raro.
- ¿Por?
- No sé, porque es como tener un tupper pero no saber qué le ibas a poner dentro. ¿Para qué tener uno si no tenés qué guardar dentro?
- Justamente para guardar algo cuando lo necesites.
- Bueno pero puede que no uses nunca.
- Sí, puede que no lo uses nunca.
- Entonces no tiene mucho sentido tenerlo por las dudas.
- Sí tiene porque si alguna vez lo necesito lo tengo.
- ¿Y por una vez se justifica guardarlo tanto tiempo? ¿Por tan solo una vez?
- Sí. Para mí sí.
- ¿Entonces por qué no tenés frases guardadas para cuando te olvidás lo que ibas a decir?
- Andá a cagar.
- Esa podría ser una.

Últimamente mis diálogos con mi voz interior son bastante raros.