Ni idea dónde voy pero seguime

martes, 17 de julio de 2012

La charla


Estaría bueno poder hacer algo para olvidarme de ella dijo mientras miraba por la ventana. No sé qué miraba. No había nada extraordinario en casa. Un poco de pasto, algunas plantas y un nogal viejo que ya no ofrece más que sombra. Pero siempre miraba a través del vidrio. Jamás hablaba con la vista fija en mí. Tal vez le incomodaba mi mirada. O mi cicatriz. Qué sé yo. 

Medité un momento. Miré hacia arriba e inspiré sonoramente. Dejé escapar el aire de a poco, como si estuviera intentando relajarme. Moví la tapa de la pava y me serví un verde. Abrí la boca para hablar pero me arrepentí. No sé cómo, pero lo supo.

"Decí lo que ibas a decir" me dijo. Llevé mis ojos hacia su figura lastimosa. Estaba en posición fetal, de costado a la ventana con las manos anudadas delante de las piernas flexionadas. Tenía más canas que la última vez que nos habíamos visto. Yo quise inventar algo pero no pude.

"Dale, hablá" insistió firme. Yo no sabía muy bien qué decirle. Esa era la verdad total. Porque a veces hay verdades a medias. Cada uno puede elegir decir lo que quiera, a mí me gusta la idea de poner una parte y que el otro vaya descubriendo el velo si quiere. Porque no siempre lo que hay es del todo agradable. En especial cuando hablan conmigo. "Decime, yo me banco lo que venga porque soy macho" me dijo.

"Mirá, Luis, lo cierto es que no vas a poder olvidarte de ella. Lamentablemente es una marca que vas a tener por siempre con vos. Y no importa los esfuerzos que hagas, las técnicas que inventes y las terapias a las que recurras, ella siempre va a seguir siendo tu primer amor. Es el que te tocó". 

Fumó una pitada, revoleó los ojos un rato y amagó decir algo. Pero se contuvo. Meneó la cabeza con tal parsimonia que no supe si era un no o si cantaba mentalmente una canción que sonaba en la radio vieja que estaba en la cocina. "Yo no quiero acordarme más de ella. Quiero hacer que no exista más para mí. ¿Vos podés hacer eso?" me preguntó casi desesperado. Creo que ahora me miraba. Yo seguía con la vista los últimos rayos del sol que arañaban el lomo del perro echado a mis pies. ¿Qué podía decirle para consolarlo? ¿Cómo sacarle la angustia a alguien sin mentirle descaradamente?

"Luisito: vos tenés que encarar esto de otra forma", le dije. No pienses más en ella como una mala primera experiencia. Agradecé que no fue la última, porque cuando dejemos este mundo lo que nos va a quedar como sabor de boca va a ser la última, no la primera. Bajó la cabeza. El mentón al pecho, cerrado, hecho un bollito tiró un "la concha de su madre". 

-¿En qué pensás?- me dijo mientras me ponía la mano en el hombro. 
-En esas charlas que siempre tenemos pero que nunca decimos-
-Sí, boludo, hace 2 horas que te pido un mate- 
-Me colgué. Tomá, Luisito-.

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