Ni idea dónde voy pero seguime

martes, 24 de julio de 2012

Viajeros cruzados

No sé si era espíritu bromista, maldad o generosidad lo que los impulsaba a hacerlo. Me contaron la historia en un pueblo cerca de la Cordillera de los Andes, en algún lugar de la Argentina. Estos tipos venían a refugiarse porque iban a terminar presos si no se rajaban de Buenos Aires.

Nunca les vi la cara ni supe sus nombres, pero eso no importa para contar lo que hicieron. Todavía no sé si eran buenos tipos, supongo que cada uno podrá interpretarlo como le parezca.

El caso es que estos dos tipos, llamémosles Ernesto y Tito, trabajaban en el Aeroparque Jorge Newbery transportando pasajeros desde las puertas de embarque hasta los aviones. Un trabajo simple, reiterativo, un poco aburrido diría yo. Siete u ocho horas por día manejando un colectivo de una puerta a un avión sin ver que cambie el paisaje, sin conocer a un kiosquero para comprarse una Coca. Pero bueno, eso hacían. Hasta que un día, dicen que por accidente, descubrieron que le podían cambiar el día a mucha gente.

Fue un día de frío como a las 4 de la madrugada. Tito tenía que ir al 737 y Ernesto al 727. El de Tito  iba a Salta. El de Ernesto a Bariloche. Salían con unos minutitos de diferencia. Tito llegó y vio que había otro colectivo descargando gente. Se bajó y fue a hablar con el conductor. Era Ernesto, el de Martín Coronado.

- ¿Qué hacés, Ernesto? Me parece que te confundiste de avión papá.
- ¿Cómo andás, Tito? A ver, dejame que reviso. No, estoy bien, este es el que va a Bariloche.
- No, pá. Este va para Salta.
- ¿Estás seguro?
- Sí.
- Uh, qué boludo. Pará que le aviso al controlador por radio para que me baje la gente así la llevo al otro…
- Dale.

Se hizo un silencio y se miraron cómplices. Tito habló primero.
- ¿Te parece?
- ¿Y qué puede pasar?
- Jajaja, la verdad es que sería divertido a ver qué pasa.
- A lo sumo uno en vez de ir a esquiar va a terminar tomando vino y comiendo empanadas. Mal no la va a pasar.
- Sí pero si se llegan a enterar nos rajan.
- Siempre podemos decir que fue un error.

Y así fue que hicieron la primera de sus confusiones. Se imaginan lo que habrá sido para 200 pasajeros llegar al aeropuerto de Salta en vez de al de Bariloche y viceversa…

La cosa es que empezaron a participar a otros compañeros de trabajo y de a poco se fueron sumando. Cada tanto alguno que se dormía en el vuelo amanecía en la otra punta del país. Ellos disfrutaban pensando que te hacían conocer lugares a los que de otro modo no irías. Pero hubo casos jodidos, como el tipo que iba al casamiento del amigo, llevaba los anillos y todo, y en vez de aterrizar en Córdoba fue a parar a Mendoza. El tipo se alquiló un auto y llegó igual, sobre la hora, a la ceremonia. Pudo ser padrino pero el amigo se separó al poco tiempo. Parece que ella tenía a otro. En una de esas si no se apuraba tanto le evitaba el quilombo al amigo.

Y así hicieron unas cuantas veces. Ya la gente sospechaba. No se sabía bien si era un tema de pilotos pero siguió pasando. Yo quería contarles esta historia desde Neuquén, pero acá estoy, tomando unos mates en Catamarca porque el espíritu de Ernesto y Tito sigue vivo.

2 comentarios:

Nina Regina dijo...

uff, los enfermeros uruguayos, un poroto al lado de estos! saludos desde La Quiaca!

Br1 dijo...

Jaja, saludos, Nina.