Ni idea dónde voy pero seguime

martes, 26 de agosto de 2014

Instrucciones para tener un perro

No es tan sencillo como parece tener un perro. Lo primero que debe tener en cuenta es su voluntad. Es decir, recomendable es que antes de llevar a cabo la acción de obtenerlo, exista dicho deseo. No tengo información sobre cómo generarlo si éste no aparece.

Para tal motivo es imprescindible antes que otra cosa saber si usted conoce qué es un perro. Busque en libros, diccionarios y en Google si considera que es necesario hacerlo.

Por lo general estos seres vivos poseen 4 patas y un rabo o cola. Están cubiertos de pelo en casi todo su cuerpo salvo uñas, ojos y nariz. Son fácilmente identificables por su alegría incomprensible y la lengua rosada (casi siempre) que asoma entre sus dientes. Observe que a menudo poseen cuatro piezas dentales muy puntiagudas llamadas, casualmente, caninos.

Una vez aprehendido el concepto de qué es un perro, cerciórese de tener espacio como para que el animal pueda tomar un poco de aire. A diferencia de las plantas, estos seres precisan moverse y lo hacen con frecuencia. Gustan de afilar sus dientes contra objetos de madera como ser patas de silla y tardan un tiempo en comprender qué es lo que hicieron mal. Intente ponerse en su lugar y contemple su casa como un lugar para jugar y mordisquearlo todo y no desde nuestra visión humana donde un daño es con intención de complicar o vengarse.

Adopte, compre, acepte uno como regalo. Es importante este paso pues si no lo completa se enterará más tarde o más temprano, que ha fracasado en su intención de tener uno y se encontrará ofuscado o desorientado.

Una vez que el perro se encuentre con usted no olvide alimentarlo, darle agua y pasearlo a menudo. Son seres fieles que disfrutan de la compañía humana. Aprenden a sentarse, dar la pata, rodar e incluso a buscar cosas. No intente enseñarle a leer, tienen poca concentración y prefieren la televisión o la música.

Asegúrese de que su animal sea un perro. Existen otros similares de cuatro patas y rabo que se denominan gatos.

martes, 19 de agosto de 2014

Ubicuidad

Pensaba en cómo escribir sobre este tema sin hacerlo aburrido. No sé si lo logre pero vale la pena intentarlo. Hace años, cuando todavía era rebelde, me resistía con todo mi ser a usar celular. No hace tanto, no creas.

¿Por qué? Porque consideraba que las personas podían ubicarme fácilmente. O bien en el trabajo, o bien en mi casa (de mis viejos en aquél momento). Y no me equivocaba. Había vivido 25 años de ese modo. ¿Qué podía ser tan importante como para que no pudiera esperar una hora, dos máximo a que llegara a alguno de esos lugares?

No es que hoy haya cambiado tanto mi forma de pensar, creo que cambió el enfoque. No es la urgencia, es la facilidad. La opción. Poder elegir y bajarte del bondi a mitad de camino para encontrarte con alguien. O "charlar" mientras vas de un lugar a otro.

Con el tiempo les agregaron cámaras mejores y no faltó mucho para que tuvieran aplicaciones que nos permiten compartir las fotos que sacamos. Y dónde. Y dónde vamos, fuimos o iremos. Y con quién.

También la música que escuchamos. O si nos gustó algo que alguien escribió a quien tal vez nunca jamás en nuestra vida vimos ni veremos. Sin contar la cantidad de explicaciones y aclaraciones que ahora hay si se tiene una pareja que habita las redes sociales.

Nuestros hábitos han cambiado mucho. Hoy prácticamente cualquiera puede saber dónde estamos y con quién. Si es que así lo permitimos. Y a veces aunque no lo hagamos. Triangulación de antenas si hiciera falta y más o menos sabrán.

Es paradójico porque siento que cada vez sabemos más de quienes sabemos menos y menos de quienes sabemos más. Pensá si no cuánto conocés del detalle del día de tu pareja y compará con lo que sabés de quienes seguís en Twitter.

Cada tanto yo hago algo. Me gusta hacerlo para sentirme libre. Te cuento. Por si querés imitarme. Salgo sin celular a caminar con mi perro. Sin rumbo fijo. Y hablo con personas que no conozco. Y nadie sabe dónde estoy o si hice check in o chek out de un lugar. Ni si saqué una foto y la compartí. Me gusta porque siento que estoy de nuevo en el siglo pasado (así es, somos del siglo pasado algunos) cuando me iba y volvía recién a las 4 o 5 horas y tenía un montón para contar.

Es que a veces siento que cuando hago check in o tuiteo o etiqueto o comparto algo no soy yo el que comunica. Es mi celular.