Ni idea dónde voy pero seguime

lunes, 30 de enero de 2012

Metro cuadrado

Hay ideas que nos dan vueltas en la cabeza todo el tiempo. Son dinámicas, inquietas. Son movedizas, pero no hay tanto lugar como para que desarrollen a lo largo, así que así crecen, enrolladas como una cinta de persiana. Caminan de punta a punta. Trepan por las paredes, reptan por el piso, saltan y siguen su no camino.

Tienen lo que podría pensarse como un derrotero incierto. No sé cómo nacieron, pero están ahí. Tal vez desde que nací. Quizás crecieron junto conmigo. Están ahí, siempre. Y cada tanto, como ahora, se hacen notar.

Hacen ruido, se mueven. Me recuerdan que están.



Y yo me hago el gil, eso me sale bien. Pero de a poquito les doy bolilla.

miércoles, 25 de enero de 2012

Vida doble

Antes de ponerme el traje de organizador me apuro a tirar chorros de tinta de colores.
Antes de sentarme 8 horas cada día, camino mientras miro el cielo y los árboles que lo rascan.
Antes de navegar por una red, vuelo con la mente.

Es un momento de pausa, un intercambio.

Después pinto historias de colores, revoleando letras contra las hojas.
Después camino, ruedo y me muevo en el mundo, no me hundo en una silla.
Recorro, exploro e invento. No hay red que pueda atraparme.

No es una doble vida. Es una vida doble.

lunes, 9 de enero de 2012

El mortero

El viaje a Europa había estado bien. Recorrimos bastante y nos trajimos unos souvenirs. Teníamos un mortero en la mochila. No pensamos que podría ser un problema pero así fue. No nos dejaban embarcar con él así que fui a ver si alcanzaba a despacharlo. El vuelo salía en 10 minutos. Ella subió al avión. Yo me fui a solucionar el tema. Miré unas cosas del Free Shop y seguí. Volví, pasé y la chica de la aerolínea me decía que me apure. Corrí, casi me caigo, apoyé la mano y me levanté. Salté una valija -no llego- esquivé un ponja y pasé entre un enjambre de ojos atónitos.

Entré en la manga, corría y corría, me quedaba sin oxígeno. Llegué al avión y busqué mi asiento. 12A, perfecto, ya estaba cerca. Cerraron. Antes de llegar a mi asiento todo se volvió negro y sentí que me desvanecía.

Cuando me desperté estaba acostado en 3 asientos y una azafata me hablaba en un idioma que no entendía. Me incorporé, tomé un poco de agua y miré a mi alrededor. Fui hasta mi asiento y en el camino me llamó la atención que había muchos chinos. Raro, pensé, ¿habrán ido de excursión y ahora vuelven a Buenos Aires? Ella no estaba en el 12B. ¿Estaría en el baño? Seguro. Pero no estuvo conmigo desmayado. Me senté. Esperé. 

Pasaron 10 minutos y vino. Me tocó el hombro y le quería contar lo que me había pasado pero cuando giré noté espantado que no era ella. En su lugar había una mujer de 1,80 metros, pelo rubio corto y ojos pintados de verde. Fácil pesaba 150 kilos. Supuse que estaría en otro asiento así que empecé a buscar, pero no la encontré. Llamé a la azafata mientras mi compañera de asiento me hablaba en un idioma que no entendía. Parecía sueco (aunque confieso nunca lo escuché). Llegó la azfata. También era china. Le pregunté si estaba todo bien y me dijo que sí, que el vuelo llegaría a Shangai dentro de 6 horas tal como estaba previsto. Se me erizó la nuca. ¿Shangai?

Miré su distintivo y no era de Aerolíneas. El avión estaba lleno de chinos. Y yo estaba en viaje a China, sin quererlo, sin mi novia y confundido. Recordé el pasillo, la caída, la manga que vi de refilón mientras esquivaba al ponja y entendí todo. Me había metido en otro avión.

No podía hacer mucho más que esperar a aterrizar y tratar de volver. ¿Quién no se pasó con el bondi alguna vez?

miércoles, 4 de enero de 2012

Aventura en la burocracia

Era un trámite simple. Demora 30 minutos según informa en su sitio web la Dirección de Tránsito de San Isidro. Llegué temprano, enero, no debe haber mucha gente. 7:54, ¿quién se va a levantar hoy para renovar el registro?

Yo no tenía que renovarlo, solo pedir un papel que certifique que mi registro es legal, para renovarlo en Capital. La cola era de poco más de una cuadra. Un guardia al mejor estilo boliche te mandaba al final. Parece que no cambió mucho en 5 años. Bah, hay motitos eléctricas para los agentes de tránsito. Ojalá sea rápido el trámite.

Tuve tiempo para observar cosas simpáticas que ocurren. El viejo de mantenimiento que sale de contramano en bicicleta (recuerden que es la Dirección de Tránsito). Los empleados que aunque anuncien que comienzan 7:30 no abren hasta las 8 (esa media hora es clave para limpiar el auto y charlar entre ellos). Un auto que espera a un tramitante detenido en zona reservada para discapacitados y además tapando la rampa de la esquina (el chico que maneja no tiene oblea de discapacitado en su auto). Uno de bigotes que habla con otro y putea porque la hija se llevó 3 materias y no se puede ir de vacaciones. Gente que cuenta que dan números pero si es muy alto tenés que venir otro día. Uno al que se le venció el registro el lunes y era feriado y no sabe si tiene que rendir todo el examen. El que te cuenta que antes costaba menos y había poca gente.
Más o menos a la hora de estar parado y de escuchar las típicas quejas, me tocó pasar. -No, solo 4, esperá- me dice el tipo menos amable del universo. Llega gente a buscar sus licencias ya tramitadas, esos pasan. Viene otro a hablar con Jésica, también pasa. Y viene otro que pide hacer lo mismo que tengo que hacer yo. -Pasá y andá allá- le dice el guardia. "Eh, yo tengo que hacer el trámite también". Bueno, pasá, me dice el guardia.
Entro. Me hacen colaborar voluntariamente con los bomberos voluntarios. Después me mandan a la caja a esperar a que me llamen. Hay un solo cajero. Trabaja lento y con pausa. Viene otro, buenísimo, va a ser más rápido. Cajero 1 se levanta y desaparece. El señor de la entrada trae mi trámite y el del que llegó junto conmigo. Cajero 2 tipea con los índices. Recibe trámites y saluda a todos los que pasan. Entran dos canas y le dan la mano. 

Espero 5 minutos y miro ese lugar que se quedó en los 80. Gente de mal humor, que no sabe qué tiene que hacer, que no consigue fotocopiadora porque es enero y que va a llegar tarde al trabajo. Y miro a los que trabajan ahí, acomodados entre los engranajes del sistema burocrático que le hace mal a todos y pienso, ¿cómo vive la gente que trabaja así? 

Enfrente está el cementerio.