Ni idea dónde voy pero seguime

miércoles, 8 de octubre de 2014

La ceja

Yo me siento joven. Es más, todavía lo soy. No sé a partir de qué edad se es viejo o se deja de ser joven. O si hay algo intermedio entre ser joven y dejar de serlo. El asunto es que yo me siento joven.

Tengo ganas de divertirme, me gusta jugar y cada tanto hasta me siento un niño. Es mi cuerpo el que me parece que cambia. Cada tanto me da alguna señal como para que me vaya haciendo a la idea de que el tiempo pasa.

Un dolor de espalda, una que otra canita, contracturas... Pero hay algo, una cosa, que es absoluta e imperturbable. Es tan insignificante que no sé cómo se convierte en la señal más fuerte e innegable de que ya no soy tan joven.

Cada tanto requiere de una tijera. Se trata, no lo voy a ocultar, de una ceja. Ella crece y sobresale erguida, orgullosa sobre mi frente. Mostrándole al mundo que hay una vejez incipiente en mí. Ofreciéndome, de manera aterradora, una vista previa de lo que será mi vejez cuando en vez de negra como la noche sea blanca como la luna y cuando no sea la excepción a mis cejas cortas sino una más entrelazada en una maraña de vellos añosos. Y así estará, solitaria, no sé cuánto tiempo más. Hasta que sean tantas que ya no podré controlarlas, mantenerlas cortitas. Dejarme.

Nunca pensé que una ceja pudiera hacerme sentir menos joven.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Quijotes

Nuestra tierra está llena de quijotes. Todos tenemos alguna o varias causas por las que luchamos. No tendremos Sanchos, Rosinantes y Dulcineas pero sí molinos.

Estoy seguro de que si hacés el esfuerzo de pensar un rato en aquello que te hace hervir la sangre y repasás tus fuentes vas a encontrarte con que algunas, muchas o pocas de las cosas que pensás no son tan así.

Generalizar es útil para la lógica simplista que nos permite resolver todo mágicamente desde la palabra. Cuestionarse lo que uno mismo cree, piensa o conoce es mucho trabajo. Es agotador. No hacerlo es más fácil y más cómodo.

A veces son creencias, hábitos heredados, ignorancia, superstición, información equivocada, medios o personas que trabajan en ellos. No importa, a todos nos pasa.

Cuando estés así: enojado, sanguíneo, vehemente, preguntate ¿es tan así? ¿por qué? O seguí embistiendo tus propios molinos.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Paranodia

Hace poco una situación me hizo pensar en una fusión de dos palabras: paranoia y odio. Ver y escuchar a alguien furioso, enojado con algo o alguien y notar como cualquier suceso o situación en su vida es responsabilidad y culpa de aquello que odia (directa o indirectamente) es sorprendente. Por absurdo que le pueda parecer a quien no comparte su odio.

La fuerza persuasiva que tenemos para convencernos de que las cosas son de cierta forma porque aquello que odiamos así lo quiso, es asombrosa. Es irracional por supuesto, casi fanático en su mecanismo pero termina por ser real para quien así lo cree.

"Yo lo sé. Yo sé que es así porque lo sé. No necesito investigarlo. Sé que es así". Bueno, por supuesto, para qué revisar algo que creemos o pensamos si porque  lo enunciamos ES. Lo cual me hace pensar en otra cosa: ¿qué opinión sobre nosotros mismos hace falta tener como para usar tal mecanismo?

¿Será que sabemos todo y por eso no necesitamos leer, informarnos, investigar? No somos nosotros los que somos definidos por el mundo sino al revés. Si nuestro pensamiento es la verdad y la realidad y ella se construye a partir de lo que nosotros creamos ¿no habría tantas verdades y realidades como opiniones formadas? Bueno si todos fuéramos igual de revisionistas en nuestro alcance tal vez. ¿Pero qué pasa cuando alguien SABE que ES como piensa? Básicamente TODO LO DEMÁS está MAL o es FALSO.

Me cuesta quizás ponerlo en palabras pero veo cierto delirio en esto. Una mezcla de odio y paranoia como dije al comienzo que funciona para quien la ejerce no como justificación de la realidad sino como molde de la misma.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Horizontal

Si alguien me pregunta cómo es la Patagonia lo primero que viene a mi mente es "horizontal". Nada describe mejor la topografía y la sensación que se tiene aquí que esa palabra.

Tal vez sea por ser de otro lugar, de una ciudad grande como Buenos Aires, que es más bien vertical con sus edificios.

El Sur parece infinito. El mar parece infinito. El paisaje ondulante, lunar, interminable. La escasa vegetación que se camufla con el color tierra. La vista ininterrumbida durante kilómetros. Y el sol. El sol pega diferente acá.

Así, en horizontal, uno se siente diferente. Pequeño en medio de lo inmenso. Aislado entre la desolación. Seco. Árido. Pero con la posibilidad de girar y girar sin ver a nadie a la redonda. Una sensación extraña que produce una mezcla de satisfacción, alivio y tensión. Una libertad anónima, ignota.

Es como si cada uno supiera que tiene sus prácticamente 11 km2 que si mal no recuerdo era la densidad poblacional de la zona en promedio cuando iba al colegio.

¿Se imaginan no tener a nadie pero a nadie en 11 Km a la redonda? Poder gritar sin que te escuchen, hacer sin que te vean. Existir sin que te sepan.

En Buenos Aires hay más gente pero cada uno va más camuflado. El espacio es más vertical. Podemos mirar hacia arriba. Buscamos el espacio así, el aire. Los que queremos horizontalidad vamos al río o a veces a alguna pastura llana. Pero no hay ningún lugar que te ofrezca lo mismo que hay acá. Nadie más que vos en un lugar, sin absolutamente ninguna estructura o rastro de humanidad en kilómetros.


martes, 26 de agosto de 2014

Instrucciones para tener un perro

No es tan sencillo como parece tener un perro. Lo primero que debe tener en cuenta es su voluntad. Es decir, recomendable es que antes de llevar a cabo la acción de obtenerlo, exista dicho deseo. No tengo información sobre cómo generarlo si éste no aparece.

Para tal motivo es imprescindible antes que otra cosa saber si usted conoce qué es un perro. Busque en libros, diccionarios y en Google si considera que es necesario hacerlo.

Por lo general estos seres vivos poseen 4 patas y un rabo o cola. Están cubiertos de pelo en casi todo su cuerpo salvo uñas, ojos y nariz. Son fácilmente identificables por su alegría incomprensible y la lengua rosada (casi siempre) que asoma entre sus dientes. Observe que a menudo poseen cuatro piezas dentales muy puntiagudas llamadas, casualmente, caninos.

Una vez aprehendido el concepto de qué es un perro, cerciórese de tener espacio como para que el animal pueda tomar un poco de aire. A diferencia de las plantas, estos seres precisan moverse y lo hacen con frecuencia. Gustan de afilar sus dientes contra objetos de madera como ser patas de silla y tardan un tiempo en comprender qué es lo que hicieron mal. Intente ponerse en su lugar y contemple su casa como un lugar para jugar y mordisquearlo todo y no desde nuestra visión humana donde un daño es con intención de complicar o vengarse.

Adopte, compre, acepte uno como regalo. Es importante este paso pues si no lo completa se enterará más tarde o más temprano, que ha fracasado en su intención de tener uno y se encontrará ofuscado o desorientado.

Una vez que el perro se encuentre con usted no olvide alimentarlo, darle agua y pasearlo a menudo. Son seres fieles que disfrutan de la compañía humana. Aprenden a sentarse, dar la pata, rodar e incluso a buscar cosas. No intente enseñarle a leer, tienen poca concentración y prefieren la televisión o la música.

Asegúrese de que su animal sea un perro. Existen otros similares de cuatro patas y rabo que se denominan gatos.

martes, 19 de agosto de 2014

Ubicuidad

Pensaba en cómo escribir sobre este tema sin hacerlo aburrido. No sé si lo logre pero vale la pena intentarlo. Hace años, cuando todavía era rebelde, me resistía con todo mi ser a usar celular. No hace tanto, no creas.

¿Por qué? Porque consideraba que las personas podían ubicarme fácilmente. O bien en el trabajo, o bien en mi casa (de mis viejos en aquél momento). Y no me equivocaba. Había vivido 25 años de ese modo. ¿Qué podía ser tan importante como para que no pudiera esperar una hora, dos máximo a que llegara a alguno de esos lugares?

No es que hoy haya cambiado tanto mi forma de pensar, creo que cambió el enfoque. No es la urgencia, es la facilidad. La opción. Poder elegir y bajarte del bondi a mitad de camino para encontrarte con alguien. O "charlar" mientras vas de un lugar a otro.

Con el tiempo les agregaron cámaras mejores y no faltó mucho para que tuvieran aplicaciones que nos permiten compartir las fotos que sacamos. Y dónde. Y dónde vamos, fuimos o iremos. Y con quién.

También la música que escuchamos. O si nos gustó algo que alguien escribió a quien tal vez nunca jamás en nuestra vida vimos ni veremos. Sin contar la cantidad de explicaciones y aclaraciones que ahora hay si se tiene una pareja que habita las redes sociales.

Nuestros hábitos han cambiado mucho. Hoy prácticamente cualquiera puede saber dónde estamos y con quién. Si es que así lo permitimos. Y a veces aunque no lo hagamos. Triangulación de antenas si hiciera falta y más o menos sabrán.

Es paradójico porque siento que cada vez sabemos más de quienes sabemos menos y menos de quienes sabemos más. Pensá si no cuánto conocés del detalle del día de tu pareja y compará con lo que sabés de quienes seguís en Twitter.

Cada tanto yo hago algo. Me gusta hacerlo para sentirme libre. Te cuento. Por si querés imitarme. Salgo sin celular a caminar con mi perro. Sin rumbo fijo. Y hablo con personas que no conozco. Y nadie sabe dónde estoy o si hice check in o chek out de un lugar. Ni si saqué una foto y la compartí. Me gusta porque siento que estoy de nuevo en el siglo pasado (así es, somos del siglo pasado algunos) cuando me iba y volvía recién a las 4 o 5 horas y tenía un montón para contar.

Es que a veces siento que cuando hago check in o tuiteo o etiqueto o comparto algo no soy yo el que comunica. Es mi celular.

miércoles, 16 de julio de 2014

Yo primero

¿Por qué dejar tu auto tapando un portón que es la entrada y salida de otros? ¿Por qué parar en el carril del medio de una avenida, a mitad de cuadra y ponerse a atornillar un andador, hacer bajar a una vieja y parar todo el tránsito? ¿Por qué dejar el auto que ocupe dos lugares en el supermercado?

No levantar la caca del perro porque te da fiaca, asco o porque "nadie lo hace". Total si la pisa otro no es problema tuyo.

¿Por qué empujar para subir al subte cuando abre las puertas? ¿Por un asiento? ¿Vale la pena tanto? Escuchar música sin auriculares, tirar papeles en la calle. Tirarle el humo del cigarrillo al que está al lado en la parada del colectivo.

En días donde se habla tanto del ejemplo de Mascherano, de su solidaridad. De cómo nos representa a todos los argentinos por la garra, el corazón, los huevos, la solidaridad por el compañero. En días donde destacamos que se llegó a donde se llegó por ser un equipo, por trabajar con humildad y respeto por el otro. ¿Por qué no podemos mirarnos en un espejo en vez de peinarnos con la sombra?

Creo que esas dos palabras resumen y explican muchísimas actitudes cotidianas. Siempre yo primero. ¿Vos? Ah, después vemos.

jueves, 19 de junio de 2014

¿Y ahora?

A veces me despierto así. Con esa pregunta, con esa incertidumbre. Así, desorientado. Antes me asustaba ahora no sé; creo que ya no. Me despierto con esa pregunta ahí, estática. Con esa pregunta que acapara el centro de mi cabeza como una alfombra en un living. 
Con esa pregunta que está en primer plano y borronea lo demás, le saca cuerpo. Volumen. Volumen de ocupar espacio pero también auditivo. Está ahí, inerte, sin titilar, sin rebotar, sin repetir y sin soplar. Quieta y despreocupada no me hace nada, solo está.
Como una persona que nos intimida con su sola presencia, aunque esté lejos de nuestro alcance. Fuera de rango. Y sé que puedo correr, puedo escapar y que no me va a hacer daño. Pero me va a encontrar. Siempre me va a encontrar. Habrá que tomar coraje y responderle, a ver si se va. A ver si me deja en paz. A ver si se convierte en otra. O aprender a convivir con ella. No sé si podré. Nadie sabe, creo que no.
Está ahí y me interpela. Todo el tiempo. ¿Y ahora?
No sé. Y ahora no sé.

sábado, 7 de junio de 2014

Contrapesos

Casi por casualidad; medio en broma, acuñé el término contrapeso para referirme a las personas que tienen gustos digamos particulares. Digo así en sentido literal porque prácticamente son los únicos que gustan de ciertas opciones de equis cosa.

Me explico un poco. El contrapeso es aquél que, ante la posibilidad de elegir, decide lo menos masivo. No confundir con el que es rebelde o que busca ser original. No, no, nada de eso. El verdader contrapeso es auténtico y fiel a sus principios.

Hay personas que son 100% contrapesos. Ellas eligen los sabores de helado que nadie más quiere. No les importa la moda. Suelen comer helados minoritarios como Quinotos al whiskey o sambayón y mueren por las empanadas que cualquiera de nosotros (la mayoría) aceptaría resignadamente o con cara de "no puede ser, ¡otra vez choclo!".

Estos importantes elementos en el equilibrio social suelen ser tildados y señalados por los demás como raros. No los entendemos. Quienes tenemos gustos más masivos los vemos como bichos raros. No por ser diferentes sino porque se deleitan con cosas que para nosotros serían un castigo.

Hay contrapesos muy necesarios como los de búsqueda de pareja. Imagínense que pasaría si a todos los hombres de un grupo les gustara la misma persona. Suele pasar que a la mayoría pero fíjense, siempre hay uno que quiere a una que nadie más desea.

No siempre los contrapesos son con acciones positivas. Quiero decir, a veces hay actos o elecciones que van por el no y no por el sí. Por ejemplo los contrapesos que no comen chocolate o dulce de leche. Y es real, no les gusta. Y lo más lindo de todo es que yo para ellos soy un contrapeso porque no me gustan las aceitunas, la cerveza y el jamón crudo.

Así es. Todos somos en algún ámbito, contrapeso del resto. Y si creen que no revisen sus gustos y sopésenlos con otros. Verán que no a todos les gusta lo mismo y que ustedes también pueden ser raros.

viernes, 31 de enero de 2014

Transparente

Creo que si pudiera elegir cómo me gustaría que me recordasen diría "transparente". No lo digo pensando en la honestidad justamente. Es otra cosa.

Ser transparente casi como invisible. No sé. Es raro de explicar. Ser transparente es una sensación que se logra a veces. Es como no ser. O no ser uno. Ser todo.

Hace algunos años yo quería otra cosa. Quería que cuando me muriera la gente me recordase. No desaparecer. No quedar en el olvido. Y el camino que se me ocurría para lograr eso era el ego.

Me esforzaba por ser agradable, querible. Me gustaba hacer reír a las personas y que todos se sintieran bien conmigo. Que notaran que yo estaba ahí, que existía y que -de ser posible- sus vidas no fueran las mismas si yo no estaba en ellas.

No sé si yo era muy conciente de esto en ese momento. Creo que lo veo hoy. Justamente no quiero eso ahora. No quiero interferir. No quiero dejar marca. No quiero ensuciar el mundo. Yo estoy como cualquiera de los otros 7 millones. De paso. Ya no pienso que yo sea más importante que los demás.

Dentro de 100 años probablemente nadie sepa que existí. Lo mismo les va a pasar a muchos de ustedes. ¿Es eso malo? Depende de lo que cada uno desee. Habría que pensarlo así: si vas a una playa hermosa, sin contaminar. ¿Preferirías disfrutarla y dejarla tal cual está o dejar tu marca en la arena? Igual el mar la va a borrar. ¿Pintarías las rocas para que dure más tu presencia en el lugar? ¿O lo importante es haber estado ahí para vos, estar ahí ahora?

Me gustaría que cuando me miren no me vean. Sino que vean a través de mí. No hay nada adentro que no pertenezca a afuera. Ni nada afuera que no pertenezca adentro. Así, no hay adentro ni afuera. Solo hay.

viernes, 10 de enero de 2014

Reclamo

Apareció medio de repente y me dijo que lo tenía abandonado. Solo dijo eso y se fue; tan imprevisto como había llegado. Me quedé quieto, mudo, rígido. Atiné a hacer un gesto pero no lo vería. Quise pedir perdón. Intenté llamarlo por su nombre. Desistí.

No supe más qué hacer para remediar mi falta. No creo que me perdone jamás. Tampoco debería. Así somos. Así es nuestra relación. Quizás ni siquiera me lo dijo enojado. A lo mejor solamente quería que lo recordase. Que lo supiera para ver si iba a hacer algo al respecto.

Puede que fuera eso. Espero que esta entrada le demuestre que no. No te olvidé: ya voy a escribir más.