Ni idea dónde voy pero seguime

viernes, 30 de abril de 2010

De la A a la Z parte II

A veces me parece que está bueno salir del lugar de siempre para ampliar un poco el horizonte. Buscar otros lugares, otras personas, otros momentos y sensaciones que nos den algo nuevo. Como cuando te aburre lo que comés siempre y empezás a inventar para que lo de siempre sea diferente.

Distinto, al menos por esa única vez. Porque eso pasa con la novedad, deja de serlo rápidamente. Ejemplo de esto son las noticias, que cada vez duran menos tiempo como tales gracias a lo instantáneo. Fenómeno potenciado a partir de internet, los celulares y todo lo que usamos en nuestro día a día para estar comunicados. Ganamos instantaneidad y perdimos contacto humano. Hasta hay gente que conocemos mediante y no directamente. Instalemos de nuevo el encuentro cara a cara, por fuera de la tecnología y porque sí. Jodamos hoy, que no sabemos si mañana vamos a estar; sonará raro pero es así.

Kamikazes de la risa en vez de acopiadores de sentimientos y pensamientos. Los límites muchas veces están mucho más lejos de lo que creemos, es cuestión de ir a ver hasta dónde se puede. Muchos tiene un corral imaginario y no se animan a alejarse demasiado por temor a perder lo poco que tienen. Nada que no puedas llevarte dentro tuyo es tan importante como para no dejarlo si querés irte. No te ates a tus miedos ni a tus cosas.
Olas de mar para revolcarte, rayos de sol para sentirte vivo, vientos que te empujan como a un barrilete. ¿Qué más podés necesitar para disfrutar de estar vivo? Podés equivocarte, para eso está la vida, para probar, elegir y cambiar; cuando hay ganas de hacerlo.

¿Quién mejor que vos sabe lo que te hace feliz? Andá y buscalo; y si no sabés qué es, buscalo. Recorré lugares nuevos y conocidos, paseá. Respiralos. Recordalos. Sentarse cuando uno está cansado de caminar. O caminar cuando está cansado de estar sentado. Todos tenemos esa posibilidad de elegir; de seguir, de volver o de cambiar. Tanto para ver, para vivir, y para hacer.

Usá la vida que no se gasta; no la guardes en una vitrina para mostrarla, rompé la caja.
Venimos poco tiempo a este planeta como para no aprovecharlo. Vivimos muy rápido a veces.
Whiskey, vino o café, compartí lo que te de calorcito adentro; con la gente que te genere eso.
Yirá, yirá que la vida no tiene que ser un tango. Zambullirse cuando el agua esté fría, así pasás el mal trago rápido. Zas, terminé.

jueves, 29 de abril de 2010

Soy animal

No quería dejar de saludarnos en nuestro día. No hay que olvidar que somos animales a pesar de que usemos ropa y vivamos en casas. Yo no me ofendo si alguien me dice que soy un animal. Creo que no es algo negativo. Inclusive si te lo dicen haciendo alusión a tu incapacidad de razonar. ¿No está bueno a veces hacerle caso a los instintos?

A partir de eso quería recopilar situaciones en las que me he sentido un animalito más del montón, que perfectamente podría haber formado parte del Arca de Noé. Más de una vez pateé como un caballo. Hice muchas monerías y también tengo memoria de elefante.

A lo mejor alguna vez moví la cola de contento (¿quién no bailó o saltó de alegría frente al espejo?) y por supuesto que me hice el oso. También una vez me sentí una cucaracha y hasta fui pesado como una mosca. Pero por suerte nunca me sentí una ameba.

Morí por la boca como un pez y he aplaudido como una foca. También tuve mi melena de león y me camuflé como un camaleón para zafar. Me porté como un perro amaestrado y también como uno callejero. Tuve pocas pulgas, me mordí la cola y di vueltas en círculo. Me sentí el hipopótamo de Pumper nic por comer mucho.

Tomé como un camello y me jorobé. Seguro que alguna vez tuve lágrimas de cocodrilo y cambié la piel como una serpiente. Creí en la cigüeña; disfrute de mi vista de lince cuando era más joven. Trabajé como burro y tiré para adelante como un buey. Me callé muchas veces pero me fui rumiando lo que pensaba. Puse garra y nadé contra la corriente como un salmón. Me sentí como pez en el agua y jugué a los flippers.

Feliz día para todos los que alguna vez nos sentimos un poco animales.

martes, 27 de abril de 2010

Los que no se ríen

No me había dado cuenta antes pero hay gente que no sabe reírse. Sí, parece una tontería esto que escribo, pero fíjense que hay personas que no se ríen; en su lugar tienen hilos de voz finita que simulan ser una carcajada. Pero no son. No sabés si tienen hipo o se ríen. Un espamo tal vez. "Jiiiii jí. Jiii jí". ¿Qué es ese bicho que relincha? Ah no, es una puerta que hace ruido. No... podría ser un vietnamita pidiendo un Big Mac; no podría notar la diferencia. Eso no es risa; está más forzado que la letra en una canción de Rocío Marengo.

No hablo de las personas serias sino de las amargas. Lisa y llanamente.La risa no se puede aprender, es algo que te sale. Si estabas tomando té y te reís también, porque té sale por la nariz. Me animaría a decir que no hay dos personas que se rían de la misma forma. Y no elegís cuándo, solo te sale. O té sale. Hay personas que son inertes. No se qué tendran adentro en vez de corazón, capaz que un despertador. A ellas les da lo mismo un día gris, nublado y con granizo que un día soleado. Estos monstruos pueden ver Bambi, ET, El Oso e Ico el caballito valiente de corrido y sin largarte una lágrima. Si consiguieras una, podrías fabricar cubitos Knorr con una sola. Como no lloran nunca la concentración salina es altísima.

Estos sinrisa tampoco sufren. Eso es lo más triste, siempre están igual. Ni bien ni mal, ni tristes ni contentos. Pero no término medio; más bien son insulsos. Como un postrecito de chocolate light. 
Los que no se ríen no le temen al ridículo. Ni siquiera saben que existe esa posibilidad. Son tan medidos, tan controlados, que si alguna vez abrazás a uno la sensación es igual que abrazar un arrayán. Los que no se ríen suelen creerse mejores. Miran todo desde arriba porque están subidos a un banquito invisible e inventado que los separa de "los demás". Creen tener más materia gris y en realidad toda su materia es gris. Solo gris. La única forma de que tengan vida interior es si toman algún yogur para vitalizar la flora intestinal. O que se coman una hormiga viva.

Los que no se ríen se pierden de mucho. No saben lo que es ponerse colorado de reírse. Ni quedarse sin aire por las carcajadas. O caerse de la silla. Los que no se ríen no se agarran la panza ni levantan un brazo señalando quién sabe qué mientras te doblás porque no podés parar de reírte. Nunca les pasó que no recuerdan de qué se ríen y reírse de reírse. Siempre serios, responsables y formales. Ante todo la compostura.

No se si será porque no se ríen pero tienen la piel diferente. a lo mejor tienen menos arrugas cuando sean viejos. Capaz que los músculos atrofiados también. Pero lo más notorio es el sonido que producen cuando tratan de reírse. Algo parecido al Sr. Burns pero con menos años y un poco menos amarillo. No mucho, apenas.

lunes, 26 de abril de 2010

El mejor amigo del perro

Me preguntaba por esa dichosa frase que dice que el perro es el mejor amigo del hombre. Obviamente no puedo pasar por alto la referencia al género. Del hombre y no de la mujer. Y no vengan con la universalidad de "hombre". Estamos en el siglo XXI así que usemos las palabras como se debe. Del hombre. No tengo idea de cuál será la mejor amiga de la mujer. O el mejor amigo. Y el perro, dicen, es fiel, así que no podría ser porque no traicionaría a su mejor amigo.

La amistad se sustenta sobre la base de intereses en común, semejanzas. Entonces me puse a pensar qué tenemos en común los hombres y los perros. Bien, nuestras psicologías son similares. A veces hasta nuestra conducta es parecida. A ver, veamos en qué se parecen los hombres y los perros.

- Babean por la comida.
- Marcan territorio.
- En auto, al ir con la ventanilla baja miran para afuera.
- Si los ponen atrás quieren meterse en el lugar del conductor.
- Juegan con cualquier boludez que tengan a mano.
- Persiguen felices una pelota.
- Si hay hambre se ponen cargosos.
- Cuando hay otro cerca, ladran.
- Pueden comer lo mismo cada día durante toda la vida.
- Comen todo lo que hay en el plato, pero van a querer comer lo que no les dan, también lo light.
- Dan la mano cuando alguien se los pide.
- Antes de acostarse a dormir dan un par de vueltas.
- La mayoría persigue gatos...
- Si tienen un huesito, lo esconden.
- Si le gritaste, un poco de comida y un par de mimos y lo arreglaste.

Como puede verse, todos tenemos algo de perro. Guau.

viernes, 23 de abril de 2010

Me olvido de los muertos

Es algo que noté hace algunos años cuando vi en la tele que hacían un homenaje a Bioy Casares y me sorprendí por su muerte. Me puso mal porque fue una gran pérdida. No es que no me hubiera enterado, sencillamente me olvidé que había muerto. No fue la única vez que me pasó. Hace un rato vi un video en YouTube con Pavarotti y la verdad es que dudé un rato sobre su estado. Creo que murió. Ah sí, ayer José Carreras dijo que lo extrañaba.

Es todo un tema porque si bien tengo la ventaja de olvidar esa nostalgia que la muerte genera, también paso dos veces por la tristeza de enterarme. O más, depende de cuántas veces me olvide. Es un poco inconveniente porque a veces me decepciono doblemente: por la muerte y por no recordar haberme enterado. Supongo que es un mecanismo de defensa, entierro el asunto.

Afortunadamente hasta ahora (toco madera) no me ha pasado con gente que conozco en persona. Me pasó con Jaroslavsky, Pavarotti, Bioy Casares. Quiero decir, con familiares, o familiares de amigos no. Pero la verdad es que sería una situación incómoda. Supongo que  me ofendería que alguien no recuerde que tal persona que para mi era importante ya se murió. Digo, a mi me pasa que cuando ya conté algo un par de veces y alguien me lo vuelve a preguntar, o no recuerda que se lo dije, me molesta. Ni quiero pensar si eso fuera la muerte de un ser querido. 

Aparte es como más fácil de recordar; o debería serlo, porque después de la muerte ya no cambia el estado del tema. O sea, ponele que te cuentan un problema en el laburo. Tu amigo fulanito tiene problemas con la secretaria de su jefe porque la vieja se compró una bombacha que le aprieta y está de mal humor. Bien, te cuenta lo que le dijo, que lo trató mal, lo que fulanito le contestó, bla bla bla. Al tiempo vos podés preguntar cómo siguió eso. Si cambió la bombacha y ya no está de mal humor, si le tiró sal en el café, si dejó de pintarse la cara como si fuera una pintura barroca, no sé, cualquier cosa. Pero puede cambiar la situación.

En cambio con la muerte no hay mucho más. Creo. Bah, digo, le contás a alguien que murió menganito. Ok, a los 3 meses va a seguir muerto. Al año también. Y así. Digo, es más fácil recordar porque ya se queda muerto para siempre. Ponele que te contó, pasó 1 año y le decís "che, ¿cómo sigue el viejo Aníbal?" y te contestaría "igual de muerto que hace 1 año, a lo mejor medio descompuesto". Y eso si tiene sentido del humor. Me puso mal lo de Bioy.

La verdad es que pensé en tener un libro de registro para no pasar calores. Como si fuera una agenda, pero con la gente que conozco que murió. Que conocía. Así podría estudiar una vez por semana para mantenerlo fresco en mi memoria. De esta manera yo podría recordar fechas (de ser necesario) y también estados. A lo mejor es una buena idea ese librito. O de temas que no conviene tocar con alguien por sensibilidad. Una vez un jefe mío me contó que a su abuela le habían amputado una pierna por diabetes. Lamentable. A los pocos días en una charla al pedo con mis compañeros surgió el tema de si las mujeres antes usaban pantalón. Y yo le pregunté a mi jefe si su abuela había usado cuando era joven. No recordé lo de la pierna amputada hasta que vi varias manitos que tapaban ojos o frentes en signo de "uy, no podés preguntar eso". 

Me parece que los libritos antipapelones se venderían muy bien. Cuando se nombra a un muerto en general se genera un silencion incómodo, a menos que sea en el contexto de la nostalgia de recordarlo. Pero cuando es un contexto con algo presente, se puede sentir la tensión que antecede a la metida de pata. Voy a empezar el libro, ojala no tenga que anotar a muchos pero de última yo podría decir "leo gente muerta".

jueves, 22 de abril de 2010

La fruta no es postre

Creo que el título dice suficiente pero lamentablemente hay mucha gente equivocada. Tristemente son demasiadas las personas que mezclan algo tan puro, rico y engordante como un postre, con frutas, elementos sanos y nobles de la naturaleza que no merecen entrar en la categoría postre. He aquí mi argumentación.

A riesgo de generar una polémica de proporciones bíblicas quiero defender, como purista que soy, a los postres de la sanidad de la fruta. Por favor no mezclen el helado con la ensalada de fruta. La fruta es fruta, el postre es rico. Y engorda. Si no engorda no puede ser postre. No metan duraznos en el bizcochuelo. Crema, bueno, vaya y pase si te gusta, pero duraznos no. El kiwi no tiene nada que hacer en una torta, sale de un árbol, va al plato y listo.

Arruinar un postre con frutas debería ser un delito no excarcelable. Tal vez exageré, pero el punto es que no me gusta que pongan en la misma categoría cosas naturales con artificiales y deliciosas. Digo, si tuviera un podio el chocolate, el dulce de leche, el nutella y el marroc estarían en él. Son todos sublimes y combinables, por supuesto. A la fruta le dejaría un lugarcito si es una fondeau de chocolate. Si no todo bien, pero volvé en verano. A la crema la respeto pero no me gusta.

Básicamente lo mejor de la vida está en un alfajor. Si hablamos de torta empecemos por el chocolate, la mousse y el dulce de leche. Se pueden poner frutas, pero secas: almendras, nueces, avellanas. Maní también pero nada de frutas de verdad. A la pizza no le ponés una ensalada verde arriba, le ponés longaniza y mucho queso. Definitivamente creo que lo light y lo rico no van juntos. Es como ir a medias. Esto es a todo o nada, disfrutás o no engordás. Bah, digo yo.

Están permitidas las frutas a veces en los panqueques. O en algún strudel, porque no lo inventamos nosotros. De lo contrario el strudel debería ser obligatoriamente de dulce de leche. Esto es fundamentalismo puro, como con las empanadas, "la empanada es de carne, el resto son pastelitos".

Bien, luego de unos párrafos sobre los postres, la gula y la no necesidad de comer creo haber sacado algunas conclusiones sobre qué es un postre y qué no:
- engorda
- es rico
- es elaborado por humanos (no sale de los árboles)
- se recomienda comer con cubiertos para no enchastrarse
- requiere de un vaso de agua como mínimo cuando terminás de comerlo

Como puede observarse claramente la fruta no cumple ninguno de estos preceptos con lo cual establezco unilateralmente que mi teoría es acertada: la fruta no es postre. 

Chupate esa mandarina.

miércoles, 21 de abril de 2010

La vida de la A a la Z

La vida es:
Agua, abrazos, amor y aprender.
Beber, buscar y bailar.
Comer, conocer y cambiar.
Dar, dibujar y derrapar.
Empujar, estar y encaminar.
Fallar, fomentar, finalizar.
Gustar, ganar, germinar.
Herir y no huir. Hacerse.
Intentar, interrumpir e imaginar.
Jugar; es juventud.
Kilos.
Leer, levantarse, limar.
Llorar  también.
Mirar, mostrar, matear; madurar.
Negar y negociar.
Oler, omitir, oponerse.
Pactar, pedir y paciencia.
Quilombos.
Recordar, repensar, rodar.
Sol, sábanas y sueños.
Tierra y trabajo.
Unión.
Voluntad, vértigo. Es volar.
Who, when, where and why
X (incógnitas)
Yerros.
Zarpazos.


martes, 20 de abril de 2010

Haz el mal sin mirar a quién

A veces se me ocurren muchas maldades. Pero me parece que no soy el único. Observo bastante lo que pasa en la calle día a día y he notado que hay gente que hace escuela en esto de perjudicar al otro. Por favor no tomen el ejemplo, son pocos pero no hacen falta más. ¿Qué cosas se pueden hacer para dificultar y hacer más desagradable la vida en la ciudad?

- Cruzar el auto para que no pase nadie. Se quedan en la bocacalle complicando a peatones y automovilistas. Ni hablar si son colectivos.
- Estacionar ocupando 2 lugares en vez de uno, así el que viene después no puede ponerse ahí y pierde tiempo.
- Tirar basura en las bocas de tormenta. No, no exagero, he visto gente que lo hace. ¿Cuál puede ser el objetivo si no taparlas para que se inunde?
- No levantar los soretes de tu perro. Es un poco hacerse el gil pero sabés que si lo dejás alguien se lo va a llevar puesto en la suela. No seas como lo que dejás y levantalo.
- Tirar cosas por la ventana desde un edificio. No hablo de objetos contundentes que pueden lastimar sino de cosas que molestan como cigarrillos, cáscaras de frutas, papeles, incluso hay camélidos que escupen con el solo fin de cagarle la tarde a alguien.
- No apagar el celular donde te lo piden. Sí, ya se que cada uno es único, especial e irrepetible pero en la vida social somos uno más y nos tocan las mismas normas de convivencia. No sos ni más importante ni más inteligente si te llaman en el medio de una película. Y la gente no te admira por eso, más bien te putea.

Como vemos, ser un ciudadano problemático es bastante difícil. Requiere trabajo, compromiso y una conducta perseverante. Igual que no serlo.

La gota que completa el vaso

Llueve otra vez en Buenos Aires. Por tercer día consecutivo cae una garúa persistente y filosa sobre los techos de los autos. La barrera está baja y la fila de quienes esperamos cruzar la vía se hace cada vez más larga. Los autos fuman, impacientes, para hacer más llevadera la espera del tren.

Algo hace ruido en la radio pero no le presto atención. Funciona como fondo mientras miro el ir y venir de paraguas por la vereda. Cada uno de ellos arrastra a un cuerpo. Todos son negros. No, allá hay uno rojo. Las bocinas empiezan a quejarse y conforman una sinfonía que Beethoven hubiera llamado "La impaciente". Me hago una pregunta muy estúpida: ¿a quién le tocan bocina? A veces no me encuentro lugar en este frenesí que no tiene fin.

Parece que cuando llueve la gente se apura más todavía. Corren como si por eso se mojaran menos. No hay mérito en eso. Te apures o no te vas a mojar. A lo sumo llegarás antes, si no te resbalás. Y yo pienso, qué día para quedarse en la cama. Pero cuando estás en la oficina, si trabajás en una, te espera un matecito. Caliente, espumoso, cálido. Y te reconforta. Un par de mates y el día empieza a cambiar. Ni hablar si le sumás unos bizcochos. Con la panza llena el día no es tan cuesta arriba. Quiero salir a comer pero no quiero mojarme. El delivery tardaría horas. Bueno, salgo igual y camino por debajo de los techos. La gente con paraguas no me deja los techos. Aunque tienen su propio techito. Yo no, es cierto, por voluntad. Pero ¿qué les cuesta dejarme un poco a cubierto? Piso baldosas flojas, me mojo los pies y tengo frío el resto de la tarde.

Me cuesta entender qué tienen de encantador los días de lluvia. Miro a través del vidrio y las gotitas acumuladas me muestran el mundo de otra forma. Argumentan, se defienden de mis críticas. Y termino escribiendo esto y pensando ¡qué lindos que son los días de lluvia!

lunes, 19 de abril de 2010

La edad de piedra

Desde hace unos años cuando cayó una gran pedrada sobre Buenos Aires el granizo forma parte de nuestras vidas como una amenaza latente. Es una especie de fantasma que nos asusta cada vez que una tormenta se avecina (es decir que vive cerca). Ahora bien, como los argentinos somos un poco exagerados hemos terminado tomando recaudos incluso cuando se trata de una nubecita. Ayer cayó piedra y también llovió.

De inmediato los medios reflejan la "tragedia" de que caigan piedras. Digo yo, si no tuviéramos autos ni vidrios esas "tragedias" no serían noticias. Somos tan egocéntricos que pensamos que las cosas nos pasan a nosotros, y no que cayeron piedras y nosotros vivimos acá. Como si la naturaleza ocupara un lugar secundario en nuestro planeta. Al menos en nuestro país. 

Entonces ves que los diarios hablan de la tormenta que destruyó tal y tal cosa. De la gente (como yo) con el auto abollado y de todo lo que el granizo hizo. El granizo como si fuera una persona, alguien con voluntad de abollarte el auto, romperte los vidrios o abrirte la cabeza con un hielazo. Y quedamos todos sensibles con el tema. Hasta conozco gente que dejó de comer granizado de chocolate. Y es complicado porque si el granizo toma una connotación tan negativa las heladerías podrían sufrir las consecuencias y tendrían que rebautizar los granizados y la crema del cielo.

Las panaderías no venderían más bollos para pizza porque el horno no estaría para tales. Y las veterinarias deberían rebautizar las piedritas para gatos. Ojo, no estoy pensando en los mini coopers de las botineras sino en los animalitos. Nadie se animaría a tomar Gancia Frozen, las piedras de vesícula serían odiadas y tendríamos seguros para inodoros abollados por estas.  Belgrano dejaría de tener calles empedradas y se prohibirían los senderos de canto rodado. Tandil tendría que dejar se ser la ciudad de la piedra movediza y Piedrabuena cambiaría su nombre por uno más realista. Algo como Piedramaligna sería más apropiado. 

Ni hablar de la calle Piedras. Sería la única autorizada a tener pozos. Si es que sobrevive a la furia de la gente por llevar ese nombre. Los Picapiedras serían ídolos nacionales y ya a nadie se le diría que es drapie, a menos que se caiga arriba de tu auto y te abolle el capot. 

No se, todo esto del granizo y los autos me hizo pensar que la mejor combinación posible en caso de granizo es tener un honda, seguro que las piedras no lo afectan y salen disparadas para otro lado. La próxima vez por lo menos salgo con un vaso de coca. De plástico, por supuesto.

martes, 13 de abril de 2010

Ojos bien cerrados

Me desperté en mitad de la noche. No tengo clara la razón, solo me desperté. Abrí los ojos con cierta dificultad: primero uno, y luego, trabajosamente, los otros dos. Al cabo de un instante estaba completamente despierto, con mis ojos abiertos y lo vi. Desafortunadamente lo vi.

Al otro lado de la habitación, en la pared contraria a la cual yo apoyaba mi lado izquierdo, había otra cama. Por supuesto eso lo sabía, pero lo que había dentro me sobresaltó. En esa cama, dormía un chino. No solo era la primera vez que veía a un chino dormir, sino que además me sorprendió lo que descubrí. Él y yo dormiamos a la misma altura de la habitación. Quiero decir a la misma distancia de la puerta, pero su cabeza estaba a la altura de mi pies y viceversa. Una especie de 69 wireless, si sirve la metáfora. Habría unos dos metros y medio de distancia entre ambas camas, pero yo llegué a ver clarito lo que me cambió la vida.

La poca luz que entraba por la ventana desde el exterior fue suficiente para ver su cara. Por eso supe que era chino. Y entonces hice uno de los descubrimientos más sorprendentes del viaje: no puedo diferenciar si un chino tiene los ojos cerrados o abiertos. Miré a mi alrededor y vi que eran muchos chinos. Diría 5 ó 6 de las 10 camas disponibles en la habitación. Todos dormían, eso creo. A lo mejor me vigilaban pero no puedo saberlo. Digo porque lo que yo veía eran pestañas, muchas pestañas sobre las medialunitas que me parecían sus ojos. Sí, creo que a esa hora tenía hambre además. No pude volver a dormir. Me levanté preocupado.

Al desayunar los observé con insistencia. Tampoco se puede saber fácilmente si cuando ríen se les cierran los ojos. Y ellos se ríen mucho. No estoy seguro de que sean alegres, ni felices, pero sonríen muy seguido. Si no entienden, sonríen. Si entienden, sonríen. Si les sonreís, sonríen. No puedo evitar la pregunta: ¿qué hacen cuando algo les causa gracia? Es como responder a distintos estímulos siempre con la misma respuesta. ¿Harán chistes sobre nosotros, los occidentales? ¿Habrá restaurantes de comida argentina donde si no pedís cubiertos te sirven asado o empanadas con palitos para comer? ¿Tendrán supermercados de occidentales que compitan contra los grandes supers?

Los chinos andan en grupos. Comen lo que conocen y se juntan entre ellos. En general, no convidan ni participan a los otros. Y se amparan en su idioma para mantenernos a raya. Leen al revés, de arriba para abajo y después para la derecha y seguramente son inmunes a la fiebre amarilla.Todo el periodismo tiene fama de amarillista y cuando cuentan una historia seguro que algo inventan. El chino tiene una brújula interna, bien se sabe oriental.