Ni idea dónde voy pero seguime

viernes, 23 de abril de 2010

Me olvido de los muertos

Es algo que noté hace algunos años cuando vi en la tele que hacían un homenaje a Bioy Casares y me sorprendí por su muerte. Me puso mal porque fue una gran pérdida. No es que no me hubiera enterado, sencillamente me olvidé que había muerto. No fue la única vez que me pasó. Hace un rato vi un video en YouTube con Pavarotti y la verdad es que dudé un rato sobre su estado. Creo que murió. Ah sí, ayer José Carreras dijo que lo extrañaba.

Es todo un tema porque si bien tengo la ventaja de olvidar esa nostalgia que la muerte genera, también paso dos veces por la tristeza de enterarme. O más, depende de cuántas veces me olvide. Es un poco inconveniente porque a veces me decepciono doblemente: por la muerte y por no recordar haberme enterado. Supongo que es un mecanismo de defensa, entierro el asunto.

Afortunadamente hasta ahora (toco madera) no me ha pasado con gente que conozco en persona. Me pasó con Jaroslavsky, Pavarotti, Bioy Casares. Quiero decir, con familiares, o familiares de amigos no. Pero la verdad es que sería una situación incómoda. Supongo que  me ofendería que alguien no recuerde que tal persona que para mi era importante ya se murió. Digo, a mi me pasa que cuando ya conté algo un par de veces y alguien me lo vuelve a preguntar, o no recuerda que se lo dije, me molesta. Ni quiero pensar si eso fuera la muerte de un ser querido. 

Aparte es como más fácil de recordar; o debería serlo, porque después de la muerte ya no cambia el estado del tema. O sea, ponele que te cuentan un problema en el laburo. Tu amigo fulanito tiene problemas con la secretaria de su jefe porque la vieja se compró una bombacha que le aprieta y está de mal humor. Bien, te cuenta lo que le dijo, que lo trató mal, lo que fulanito le contestó, bla bla bla. Al tiempo vos podés preguntar cómo siguió eso. Si cambió la bombacha y ya no está de mal humor, si le tiró sal en el café, si dejó de pintarse la cara como si fuera una pintura barroca, no sé, cualquier cosa. Pero puede cambiar la situación.

En cambio con la muerte no hay mucho más. Creo. Bah, digo, le contás a alguien que murió menganito. Ok, a los 3 meses va a seguir muerto. Al año también. Y así. Digo, es más fácil recordar porque ya se queda muerto para siempre. Ponele que te contó, pasó 1 año y le decís "che, ¿cómo sigue el viejo Aníbal?" y te contestaría "igual de muerto que hace 1 año, a lo mejor medio descompuesto". Y eso si tiene sentido del humor. Me puso mal lo de Bioy.

La verdad es que pensé en tener un libro de registro para no pasar calores. Como si fuera una agenda, pero con la gente que conozco que murió. Que conocía. Así podría estudiar una vez por semana para mantenerlo fresco en mi memoria. De esta manera yo podría recordar fechas (de ser necesario) y también estados. A lo mejor es una buena idea ese librito. O de temas que no conviene tocar con alguien por sensibilidad. Una vez un jefe mío me contó que a su abuela le habían amputado una pierna por diabetes. Lamentable. A los pocos días en una charla al pedo con mis compañeros surgió el tema de si las mujeres antes usaban pantalón. Y yo le pregunté a mi jefe si su abuela había usado cuando era joven. No recordé lo de la pierna amputada hasta que vi varias manitos que tapaban ojos o frentes en signo de "uy, no podés preguntar eso". 

Me parece que los libritos antipapelones se venderían muy bien. Cuando se nombra a un muerto en general se genera un silencion incómodo, a menos que sea en el contexto de la nostalgia de recordarlo. Pero cuando es un contexto con algo presente, se puede sentir la tensión que antecede a la metida de pata. Voy a empezar el libro, ojala no tenga que anotar a muchos pero de última yo podría decir "leo gente muerta".

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