Ni idea dónde voy pero seguime

lunes, 10 de agosto de 2020

Buenos vecinos

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Empecé a correr hacia la esquina de Iberá cuando escuché que venía el 41. Con los años de práctica de vivir ahí, ya sabía que si echaba un pique llegaba. Así que en vez de caminar casi una cuadra para el lado de Larralde, corría una y media en el sentido de la calle y subía.

Apenas había cruzado Tamborini cuando sentí un ruido medio seco. Miré rápido para abajo sin dejar de correr y vi una caja o algo así. Pensé que pisarla había sido la causa del ruido. Un hombre que esperaba que alguien le abriera la me miró raro. Habrá pensado "hay que tener ganas de correr el bondi a las 7 de la mañana" pero él no sabía que yo tenía el turno hacía dos meses, que había pocos y que no quería llegar tarde al laburo nuevo.

Así que seguí corriendo. El colectivero se apiadó de mis casi 40 años y frenó. Al subir le dije hasta dónde iba y me dijo que no me dejaba ahí, que mejor tomara el 41. Estaba a punto de decirle que él manejaba un 41 cuando me percaté de que era un 93. Había corrido para nada...

Bajé y me sentí un poco más tonto que antes. Me palpé el bolsillo como reflejo y noté que mi teléfono no estaba. ¿Lo habré dejado en casa? Volví a correr en el sentido inverso para fijarme si estaba sobre la mesa.

Lu me preguntó qué me había olvidado y le conté lo más rápido posible para no perder el 41 porque todos sabemos que cuando nos vamos 2 minutos de la parada el colectivo que tardaba viene.

No estaba en casa. Volví sobre mis pasos mirando el suelo por si se me había caído y lo vi. El hombre que antes esperaba que le abrieran la puerta seguía esperando. Yo fui y vine unas 3 veces registrando todo lo que había con mi vista, pero ni rastros de mi celular. Recapitulé y había salido de casa con él pero las bermudas con bolsillos cortos no habían sido lo mejor para correr. Se me debe haber caído. 

Iluminación.

Até cabos. El ruido no había sido la caja sino mi teléfono. Le pregunté al hombre si había visto si al pasar se me cayó algo pero me dijo que no. Le describí la funda: "es negra con el logo de Batman en amarillo". No lo vio.

Volví a casa pensando si cancelar el turno o ir igual y dar el celular por perdido. Ahí recordé la función que tiene para encontrarlo. Lo busqué desde el de Lu y lo vi donde lo había buscado. Salí a buscarlo.

El tipo que estaba enfrente mirando los árboles cuando pasé por última vez ya no estaba. La pantalla me indicaba que mi teléfono y su funda de Batman estaban en el punto exacto donde lo había visto a él. No entendía dónde estaba. Nada en la calle. Miré la casa y me decidí. Empecé a hacerlo sonar. Escuchaba a lo lejos el "tin tin tin". Estaba en la casa.

Toqué timbre y nada. Debo haber tocado unas 67 veces hasta que una voz me respondió sin levantar la persiana. Le expliqué la situación y me dijo que no podía ser. Lo hice sonar para que escuchara y la señora me dijo que en su terraza no había nada.

Como vi muchas películas de detectives le retruqué "yo no dije nada de terrazas" como si confirmara mis sospechas al haber pisado el palito. Volvió y me dijo que no había nada. Le pregunté si podía pasar yo a mirar. Que vivía a 30 metros. "Somos vecinos, le puedo mostrar mi documento si desconfía".

Me dijo que de ninguna manera. Decidí entonces llamar a la policía. Se lo advertí. Llamé.

Habrán pasado 10 o 15 minutos cuando apareció una policía. Luego otro y les expliqué la situación. Golpeamos, tocamos timbre y nada. Por supuesto les mostré en el mapa dónde estaba mi teléfono y lo hice sonar varias veces. Seguía encendido.

Después de mucho insistir y al ver que era la policía de verdad, la señora abrió la puerta de la casa con mi teléfono sonando. Era tal cual se lo había descripto por supuesto. La mujer estaba en camisón y tendría unos 80 años. Cuando la vi me di cuenta de que el tipo que había visto y al que le pregunté por mi celular era su hijo. Eran dos gotas de agua. La policía empezó a hablarle de la denuncia y la señora se asustó. Yo le conté lo sucedido con quien para mí era su hijo y me dijo que no estaba, que se había ido a trabajar. Que ella no sabía cómo había llegado el teléfono adentro de su casa. 

Los policía trataron de apaciguar diciendo que quizás lo guardó para devolverlo pero yo les recordé que le había preguntado y negó haberlo visto. Al final les pedí disculpas por haberlos hecho venir por tamaña idiotez, como para que mi vecina sintiera vergüenza del hijo amigo de lo ajeno.

Me tomaron algunos datos y cuando ya se iban llegó un patrullero. Otra vez explicarles todo. Se rieron. No podían creer que entre vecinos pasaran esas cosas.

Un par de veces lo volví a ver al tipo. Vive enfrente al chino donde iba seguido. Cada vez que lo veía le clavaba los ojos y el tipo miraba para otro lado. A veces me daba bronca, a veces lástima. Tuve ganas de ir a encararlo pero ¿para qué? ¿Por qué obligarlo a reconocer que hizo algo que evidentemente lo avergonzaba?  

La bronca se convirtió en anécdota y quería compartirla con mis lectores.