
Fueron las últimas mandarinas que compartimos porque a pesar de tu fanatismo por esa fruta nunca aprendiste a pelarla. La última vez que no me querías dar la pelota para que te persiga. Y que me diste la pata.
Justo te pregunté, "¿cómo hacés para aguantar estos dos?" y me miraste con ojos de paciencia infinita. Yo te entendía y vos a mí.
Por ahí fue tu manera de despedirte. Creo que algo percibí.
Ahora me voy a acordar de vos cada vez que vea una manguera que riega o el filtro de una pileta. Estarás persiguiendo chorros de agua en otro lado. Espero. Y me quedo con los juegos alrededor de la mesa blanca, donde eras inalcanzable. Y con tu cabeza entre mis rodillas mostrándome la pelota de tenis para que te la tire lejos.
Me acordaré de vos cuando pase por el hipódromo porque ahí íbamos a correr juntos. De la vez que tuve que pedirle un balde a un kiosquero para que puedas tomar agua y me dio el de los Pico Dulce. No querías caminar más después. Y no eras como para llevarte a upa.
Ya no tengo mucho como para decir. Creo que te dije siempre que te extrañaba desde que no vivimos juntos. Así que ahora te voy a extrañar hasta que nos volvamos a ver.
1 comentario:
Abrazo, hermano. Me hiciste lagrimear.
Publicar un comentario