Ni idea dónde voy pero seguime

sábado, 12 de diciembre de 2009

Un solo botón


Hablaba con una amiga sobre su primer lavarropas y me puse a pensar en la cantidad de botones que tienen los electrodomésticos hoy en día. El suyo, por ejemplo, tiene como 34 programas de lavado. ¡Ni te alcanza la vida para conocerlos y aprender a usarlos! ¿Qué hacemos todos? Apretamos el botón de inicio y listo. Lo mismo pasa con el microondas: que grill, que onda convexa, que bandeja giratoria de poliprotochotoleno y qué se yo que más para que uno presione, siempre, el que dice calentar rápido. ¡Ráaaaaaaaaaaaaaaapidoooooooooooo!

El que se calienta rápido es el que se esmeró pensando qué programas ponerle al aparato. Porque seamos justos, es jodido pensar las funciones de algo que no existe. Me imagino un brainstorming entre ingenieros desarrolladores de microondas diciendo "che, ¿por qué no le ponemos un programa para calentar choclo?" y otro contestando "claro, porque la densidad del choclo es un 5% más alta que la de las arvejas, con solo modificar el programa P6 arvej lo hacemos" y zas, te agregaron un botón y te cobrán esa función un 20% más. Y los que hacemos comunicación entramos en esa y lo describimos como "el primer microondas que eleva la temperatura del maíz hasta su punto justo para que no pierda nutrientes y vitaminas". Y cuando alguien compra el aparato en su puta vida calienta choclo. Y si lo hace usa el programa P6 arvej y le queda igual que con el programa recién inventado: ¡caliente!

Qué manía esto de comprar cosas que pueden hacer miles de cosas pero las usamos para una sola. Y siempre la misma. Microondas, heladeras con TV, multifunciones, celulares que son cámaras de fotos, agendas, reproductores de música y por poco control remoto. De verdad, ¿quién lee los manuales para ver qué pueden hacer sus aparatos? Y encima tienen cualidades que los vuelven caros pero que no son útiles. Pongamos por caso el lavarropas de nuevo. ¿Por qué ninguno te saca la ropa planchada? O cosida. O que se cuelgue sola en la soga. No, te ponen el programa pendorcho azul para que tu ropa no sufra el percudido y para contrarrestarlo tenés que hacerle una carga de oxígeno y helio mezclados con azufre de Vancouver que te cuesta más caro que comprarte otra remera negra.

Pero bueno, las cosas están hechas por personas y en definitiva se nos parecen. ¿O acaso cada uno de nosotros no es capaz de hacer miles de cosas y terminamos haciendo siempre lo mismo?

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