Ni idea dónde voy pero seguime

viernes, 18 de diciembre de 2009

Cotidiano y reversible

Si tuviera que hacer esto por obligación, me vería con la presión de tener que llenar una página de palabras. Me pone muy contento pensar que es exactamente lo contrario: me llena poder escribir sin tener que hacerlo.

A veces invertir la lógica de las cosas que hacemos puede resultar maravillosamente renovador y placentero. Cuando logramos que cada acción sea un fin en sí mismo. Cuando no todo se hace para otra cosa y se puede disfrutar el ahora sin pensar el después. Cuando el ahora dura más que un ya. Hay que probar.

Les propongo un ejercicio muy simple: piensen en cosas que hacen solo por hacerlas. Por ejemplo, ¿a alguien le gusta esperar el colectivo o el tren y que tarde? Supongo que no, salvo que no haya deseos de llegar a ese lugar al que nos lleve. ¿Quién espera el colectivo por esperarlo? No hay ninguna satisfacción en hacerlo, a menos que puedas lograr que esperar sea lo que te haga feliz. O subirte e ir hasta el final del recorrido sin tener que ir a ninguna parte. ¿Lo hacemos? Sin cálculos ni expectativas, solo para ver qué pasa.

Otro ejemplo pero del otro lado y muy cotidiana también. Tomar mate. ¿Alguien toma mate por obligación? ¿No les gusta prepararlo, sacarle el polvo a la yerba y tomar unos mates riquísimos? Seguramente. El mate es el fin, cebarlo y tomarlo. Disfrutarlo. O un asado. El que llega para comer se pierde lo más lindo, el durante. Porque va a comer, no va a hacer un asado. Llega, come y se va. No comparte, no da. No recibe.

Entonces pensé: ¿será que aquello que disfrutamos en el hacer, el durante, nos hace más felices que lo que hacemos en pos de otra cosa? ¡Qué pregunta!

No puedo evitar acordarme de una clase durante mi época de estudiante universitario. Comunicación I. Aula 201 al mediodía y Alicia Entel que nos habla sobre el mito de Odiseo y su relación con el Capitalismo. ¿Qué? Sí. El tipo, atado al mástil de su barco y con cera en las orejas para no ceder ante la tentación de las sirenas. ¿Por qué? Porque su objetivo final era otro. No disfrutar, no dejarse ir. El viaje era necesario para llegar a los brazos de su amante. Él mismo se priva por obligación. Se posterga la realización del deseo hasta llegar. Se no-disfruta ahora para -¿disfrutar?- después. Pero si tenemos la zanahoria colgando delante todo el tiempo ¿cuándo se llega?

¿No será que vivimos con la zanahoria colgando delante? ¿Será que hacemos muchas más cosas que son medios para otras y no fines en sí mismos? Trabajar hoy y mañana para tener pasado mañana. Guardar el buen vino para una ocasión especial en vez de convertir al vino en especial a partir de que la ocasión sea especial. Tomar sol porque te guste y no para estar bronceado. Hacer por ganas y no por lo que vendrá después.

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