Ni idea dónde voy pero seguime

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La esperra

Esa tarde te esperaba solo en el sillón, como siempre. Acurrucado contra uno de los lados para dejar pasar al tiempo, que no quería irse. Miraba el techo para no ver la hora pero la impaciencia se sentó a mi lado. Traté de echarla, pero no hizo caso. Pensé que lo mejor sería ignorarla e hice de cuenta que no estaba. Ella me atacó de golpe, sin avisar. No me dio tiempo a reaccionar; en un instante me había invadido.

Tomado por sorpresa y rendido ante su fuerza, te esperé. Te esperé otra vez durante horas pero ahora con impaciencia. Me preguntaba dónde podías estar. Escuché I wish you were here y no pude evadirme porque venía de otra ventana. Quise dormirme, pero no podía dejar de pensar en vos. No quise comer solo. Te veía una y otra vez llegando a casa para alegrarme el día. Oía el tintineo inconfundible del metal de tus llaves que abrían la puerta de mi sala de espera. La cura de mi impaciencia, mi tedio y mi soledad.

Veía tu figura atravesando la puerta. Sentía el ruido de tus pies cuando te acercabas mientras yo levantaba la cabeza ladeada, como prestándote atención. Todo cambiaba por vos y la alegría echaba a patadas a la impaciencia hasta el día siguiente. Y pensé que ese día sería como siempre: es decir, un día como nunca. Pero aquella tarde no viniste por más que yo esperé. Primero me enojé porque pensé que me habías olvidado. Después me asusté porque supuse que te había pasado algo. Por último me resigné porque entendí que así habría de ser de ahí en más. Me habías abandonado.

Trabajosamente me desacurruqué y bajé del sillón. Di un par de vueltas por la casa siguiendo tu olor, pero no me llevó a vos. Caminé en círculos y me asomé a la ventana. Nada, ni señales de tu llegada. Volví sobre mis pasos, apaleado por la realidad, ahogado por la certeza de saber que ya no vendrías hoy. Tal vez nunca más. Tenía sed pero no había agua. No era invierno, pero tuve frío. Busqué mi manta y me eché a descansar sobre ella, envuelto en nostalgia. Cerré mis ojos y pensé en vos por última vez antes de dormirme.

La madrugada vino sin que la invitara. Llegó con el diario por debajo de la puerta como cada día. Me acerqué y te vi en la tapa. No entiendí lo que decía pero no puede ser bueno que estés allí, en el lugar donde siempre aparecen las cosas malas que le pasan a la gente buena como vos. Entendí que estaba encerrado y solo y tuve ganas de matarme. Busqué la correa para terminar con la agonía y entonces recordé que me habías castigado por mordisquearla. 

Me voy a quedar sentado frente a la puerta. Tal vez vengas hoy después de todo y pueda volver a perseguir gorriones en la plaza.

5 comentarios:

Tito Titarelli dijo...

grosso

Br1 dijo...

Gracias Tito.

Nina Regina dijo...

Tierno, muy

budin dijo...

Ante el "tenía sed pero no había agua" iba a decir que le entres al juguito de naranja, pero avanzando en el texto no se si es lo mas conveniente para el caso :D

Muy lindo post.

Br1 dijo...

El juguito siempre es una opción.
Gracias Budín por su atención.