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miércoles, 7 de julio de 2010

Palermo, la película que no fue

Aclaración: el siguiente texto fue escrito antes de que Brasil perdiera con Holanda. Como ya no se iba a dar la final anticipada se podía publicar. No lo hice por cábala, a lo mejor Argentina llegaba con otro rival. La cábala no bastó. Así que ya puedo publicar esto.


Después de lo que pasó en el partido contra Grecia me di cuenta de que a veces se lo que va a pasar antes de que suceda. No es una certeza pero siento que así será, ya me ha pasado muchas veces con diferentes cosas que he vivido. Y a veces cuando pasa ni me acuerdo que "ya lo sabía" porque está tan naturalizado que no esperaba otra cosa.

Cuestión que muchos sabíamos que Palermo iba a entrar y a meter un gol. Especialmente porque después de la media vuelta que hizo 2 minutos antes varios le gritamos "burro". Pero así es él, al toque nos tapó la boca. Tengo que decir que ver a su hermano llorando en la tribuna me emocionó. No se si alguna vez me había pasado eso. Es lo que genera Palermo. 

Entonces me quedé pensando en qué podría pasarle a Palermo en lo que queda del mundial. Y la verdad es que cualquier cosa. Porque es cierto que su vida parece una película que él mismo escribe en tiempo real. Es guionista y protagonista. No puede ser la última, falta más. 

Me imagino una final con Brasil. Sufrir. Una agonía, esperar los penales como última opción y a varios jugadores amonestados y al límite de la expulsión. Tiros en los palos, la mano de Maradona más aferrada que nunca al rosario y un Verón extenuado que sale para dejarle el lugar a él. Masche expulsado por doble amarilla y todos en un arco. Gol de Brasil anulado por off side. Y después, como en el minuto 93, bajo la lluvia, como contra Perú, viene él. En offside, o con la mano. Tal vez de casualidad o uno de esos goles raros que hace. Metiéndola como sea. Desahogo, locura y al carajo. Todo al carajo.

Maicon persiguiendo al árbitro, Kaká llorando y Luiz Fabiano peleándose con Samuel. Maradona panzeando el estadio de un lado al otro. Mancuso y Enrique tirándose atrás de él como si fueran una escuadra de hidroaviones que acuatizan. Bilardo salta de la tribuna y se rompe una pata. Messi mira a Palermo y no entiende cómo hace, qué tiene. Palermo con los dos puños cerrados arriba de la cabeza y un montón de jugadores corriendo como locos sin saber a quién abrazar, sin poder parar. Sin saber qué hacer.

En Argentina sería parecido, con gente que salta frente a la tele y otros que se paran sobre el sillón. Salen a la calle, se tiran arriba de los autos. Los pocos autos que andan dando vueltas. Muchos que tocan bocina. Autos que chocan, millones que cantan y muchos que lloran de alegría. Hormigueros de personas yendo al Obelisco; a las plazas. Maradona desencajado, al borde del infarto grita "Pelé, la tenés adentro y debutaste con un pibe".  Se va en lo más alto. Mejor imposible.

Volverán al país con copa y sin él. Alegría inmensa y tristeza infinita. Banderas de Evita y de Diego. Todos los nenes nacidos durante 2010 se llamarán Diego o Martín. O Diego Martín. La contradicción que siempre tenemos pujando por imponerse. Festejar o llorar. Y el último capítulo de la película de Palermo lo tiene como sucesor del máximo mito real argentino.

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