Un padre aconseja, escucha y a veces reprende. Nos alienta, se acerca, nos mira. Y con el tiempo se convierte en abuelo, aunque siga siendo padre. Creo que cuando eso pasa es un hombre diferente. Sus arrugas son huellas, marcas y cicatrices de la vida. Lleva historias en sus ojos y descansa el alma en algún oído amigo.
Es jodido seguirle el paso a su memoria, que aunque ya no sea ágil tiene misterio, pausas y rotondas. Y que en sus pliegues puede esconder mucho más de lo que muestra.
Un abuelo es un amigo más viejo que siempre sabe qué decir y qué callar. Es alguien con demasiados años para salir de juerga pero pocos como para estar colgado en una foto en el pasillo. Abuelo es una figura que visitamos y se nos aparece como quien siempre ha sido viejo. Como si no hubiera sido joven como nosotros alguna vez. El hombre que siempre fue viejo también es grande.
Dedicado a Vicente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario