Ni idea dónde voy pero seguime

jueves, 7 de octubre de 2010

La sala desespera

Ir al médico puede ser una actividad muy productiva para quien se divierte observando conductas ajenas como yo. Cierto es que tiene un poco de jugar al antropólogo o al sociólogo, pero sin la formación y con la certera intención de reírse de lo que vemos en otros y censuramos en propios.

Hay una mujer que quiere que la vean. Se para, se sienta. Abre la cartera y saca el celular. Habla en voz alta. Habla con Florencia. Mentira, grita con Florencia. ¿Quién es Florencia? Ni la más puta idea, pero todos sabemos que habla con ella. Está todo bien. Sí, tranquila. Bueno... Dale, listo. Ok. Sí, pero... claro, tal cual. Ajá. Chau. Chau.-

¿Qué clase de conversación fue esa? Florencia debe ser su amiga imaginaria. Uy, está mirando con quién hablar, es una asesina de la intimidad. Me va a hablar... Por suerte tengo un libro que me protege. Yo siento que cuando tengo un libro abierto la gente no me va a hablar, me siento invisible. Algo parecido les pasa a los hombres que manejan y se quieren sacar un moco en los semáforos. Bueno, se ve muchachos. Vuelvo al libro (que tampoco nos hace invisibles; cedan el asiento che).

La mina ve lo que está leyendo otra. Mira la tapa de la revista y yo pienso "cagué". No. Le interesó más la revista que mi libro de cubierta bordó. ¿Qué leés? le pregunta. Yo pienso "qué carajo te importa" (así de ameno soy). La invadida le responde algo sobre tal tema. La cara de la invasora se transforma. Ah, yo soy experta en eso porque me dediqué a...

No exagero si les digo que fueron 3 minutos y medio de monólogo o soliloquio por parte de la mujer que antes había hablado con Florencia.Y cuando la que leía mete un bocadillo, le saca otro tema y en cada uno es la súper experta. Da cátedra. Literalmente, porque enseña en la facultad, dice. A cada cosa que cuenta le pone un ¿me entendés?, ¿me seguís? o un te explico. Le cuenta que se olvidó una carpeta en el trabajo y que sus subordinados le tienen miedo porque ella es la mejor y la más eficiente de la oficina. Mucha eficiencia pero te olvidaste la carpeta, gila.

La pobre mujer ya no sabe qué hacer. Cada tanto me mira para ver si tengo piedad de su alma y grito "fuego", pero no me animo. De refilón veo que que ya no la escucha. Mira para abajo abatida. Creo que se va a desmayar. O se está por quedar dormida, no estoy seguro. A lo mejor es como la máquina de la película de Superman, la computadora esa que robotizaba a la gente.

Y justo cuando creo que le va a decir "callate un segundo por el amor de Simon & Garfunkel", la llaman al consultorio y puedo ver en sus ojos un destello de gratitud hacia la médica solo comparable a la de una princesa cuando es rescatada de la torre del castillo por su príncipe. Creo que si no la llamaban fingía epilepsia. Pero zafó.

La otra, la que no para de hablar, empieza a revolear los ojos y hace un barrido visual de la sala. Discúlpenme la honestidad prejuicial, pero la gente que revolea mucho los ojos y deja la cabeza quieta me inquieta. Sí, creo que chapean o chapitean, como les guste decirlo. Salvo que tengas tortícolis, obvio.

Siento que su mirada me pasa sobre un hombro, sube por mi cuello, bordea la cabeza y empieza a bajar por el otro lado del cuello. Me acaricia como la hoja de una navaja, sin llegar a cortarme. Se me pone la piel de gallina, se me erizan los pelitos de la nuca. Una pequeña gotita de sudor resbala por mi sien. Empiezo a pensar formas de zafar. "Soy invisible, soy invisible. Tengo cara de amargo. No tengo cara de argento, me hago pasar por extranjero. Le contesto en inglés. Mejor en alemán. Digo que soy croata y no hablo spanol". Es poco creíble porque estoy tomando mate. Me parece que mejor me paro y salgo corriendo.

Me llaman a mí. No puedo creerlo. Me tienen que volver a llamar porque quedé pasmado por el alivio. Me paro y camino lentamente hacia el pasillo. Había una mínima esperanza de salvarme y me salvé. Y justo cuando estoy yendo hacia ahí, entra un pibe con una cara de bueno terrible. Miré sobre mi hombro y vi, les juro que lo vi, como la mina esta se frotaba las manos. 
¡Qué hija de puta!

2 comentarios:

budin dijo...

Ojo que esta situación que relatás no es exclusiva de las salas de espera de Clínicas u Hospitales.

En las colas de los bancos, los taxiss, las colas del super, los bondis y todo nosocomio donde se aglomeren personas en gral, sucederá exactamente lo mismo porque la gente ES DESUBICADA, EGOÍSTA y/o IRRESPETUOSA (con opción a ambas tres).

Entonces un día te das cuenta que la estrategia del libro, no te funciona más (sucede en el momento que te descubrís releyendo 500 veces el mismo renglón mientras rogás silencio) y tenés que recurrir a los auriculares, a riesgo de fumarte un MIMO porque nunca se enteran que tu dispositivo musical está en funcionamiento.

IGNORARLOS, otra no nos está quedando.

Br1 dijo...

Puede ser pero a mi generalmente se me ponen a hablar. Será que tengo cara de que escucho, o las orejas grandes :P