Ni idea dónde voy pero seguime

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Machos

¿Qué les hace pensar que soy? Nos conocemos hace mil años. No sean pelotudos, en serio. Ya dejó de ser gracioso. ¿Saben lo que van a lograr? Que me vaya a la remismísima mierda. Forros.

Hugo seguía en el medio de la semironda que habían armado los 5 a su alrededor. Nadie hablaba. Solo se escuchaba el crepitar del fuego ardiendo. Hugo tenía frío pero no quería abrigarse para no alimentar más las dudas.

"Sabemos que sos puto y listo" tiró de golpe Leandro. "Está todo bien, Hugo, pero nos lo tendrías que haber dicho antes. No sé, yo me siento estafado, ¿qué querés que te diga?".

H: —Pero ya les expliqué mil veces que...
L: —Cerrá el orto, pelotudo.
Beto: —Justo eso le venís a decir–.
L: —Bueno, bueno, tampoco hagamos chistes todo el tiempo.

Hugo se levantó, se limpió un poco las manos llenas de tierra y puso un brazo en la cintura. Amagó con empezar a hablar y Fernando lo interrumpió con un gesto. 

"Nadie te bardeó cuando quisiste ir a ver a Rafael. Ninguno se te cagó de risa porque eras fanático de Robbie Williams. Pero hasta ahí estaba todo bien, Hugo. El tema es que no da lo que hiciste. No podés caer disfrazado de hada a un campamento en Sierra de la Ventana. No sé si sos gay o pelotudo".

Hugo hizo el ademán de "andá a cagar" y levantó el sombrero. —Ustedes son unos prejuiciosos. Se puso los stilettos y se fue.

Los demás se miraron con cara de no creer lo que había pasado y nadie se animó a decir nada. Fernando hacía dibujos en la tierra con una ramita. Leandro tiraba piedras contra un árbol. El resto no decía nada. No hacía nada. 

Al rato, como a los quince minutos, apareció Hugo de nuevo. Venía vestido de milico. Tenía borceguíes, casco, todo. Hasta la ropa camuflada. Venía con una tremenda rubia de la mano. La mina debía ser modelo. Era flaquita pero tenía buenas gambas, las tetas hechas y una cintura increíble. Estaba pintada con camuflaje también. Botas, mini verde, top negro con el ombligo al aire. Dos sarpados globos o cabezas de enano como dice un amigo. Hugo les chistó. Se paró adelante de sus amigos y les dijo: —ustedes, manga de pelotudos, no son capaces de pensar. Creen en lo que ven a priori. Eligen una película por el nombre, un libro por la tapa. Una comida por el precio—. Cazó a la rubia de la mano y se fue. Frenó y dijo sin mirar atrás —y ahora le voy a pegar una clavada que no se va a poder sentar en 3 meses—.

Se quedaron todos perplejos. Nadie quería hablar. Hasta que Leandro no aguantó más y se empezó a reír fuerte. Muy fuerte. Se puso todo colorado, después azul. No podía respirar. Alguno se tentó también. Estuvo así, se tiró al piso. Se levantó llorando de la risa. —Yo la conozco a la rubia. Está buena, ¿eh?—.

—Yo le doy. 
—También. 
—Yo me caso. 
—Le hago 3 pibes. 
—Está más buena que un desayuno continental. 

–Sí, sí —dijo Leandro—. Todo lo que quieran. Pero esa rubia es mi vecino Angelito. Lo reconocí por el tatuaje de Banfield en la muñeca. Casi le creí.