Ni idea dónde voy pero seguime

lunes, 29 de octubre de 2012

Me confundieron con un linyera

No podía ir mucho mejor un día que empezaba así. Era lunes. Lunes 29 más precisamente. Lunes lluvioso para más detalles. Lunes, pero de esos lunes muy lunes. De esos que te hacen preferir un domingo lluvioso. Así era. Así de lunes.

Me despertó ella cuando dijo "Bru, está entrando agua". Y claro que va a entrar agua pensé yo, es una tormenta y la ventana siempre está abierta. "Dale, levantante que se inunda" me dijo. Creo que dije -ya voy-. Cuando puse un pie en el piso toqué fondo. Y digo fondo porque el agua llegaba hasta el colchón. Literalmente quedé con el agua por las rodillas. ¿Qué mierda pasaba?

Nos olvidamos de sacar el tapón de la casa. Uy la puta que lo parió. Se nos inundó todo. Entró agua por la ventana del patio. Por la rejilla del baño. Todo flotaba. Menos mal que la cama no pasa por la puerta así nomás porque íbamos a parar a la isla Martín García.

Había 2 patos en el living. Uno verde y negro, el otro blanco. Me miraban como extrañados de verme en mi propia casa. Se miraron. Los miré. ¡Cuac! me dijo uno y abrió las alas. Me asusté tanto que le tiré un manzanazo. Casi le pego pero los patos tienen la cabeza chiquitita. Se me vino al humo y nos trenzamos en una lucha semiacuática donde claramente yo llevaba las de perder.

Ella le dio un escobazo y el pato retrocedió. Tenía dientes el hijo de puta, me mordió el brazo. Yo sangraba. ¿Dónde carajo está tu perro cuando te ataca un pato en el living de tu casa? ¡Wakko! ¡Wakko vení que hay patos! El muy turro dormía en su bandeja de cama y flotaba cual barco por el pasillo. Se tiró al agua y los dos patos se asustaron. Nadaron hasta el patio y despegaron.

Sacamos el tapón y el agua empezó a irse. Tuvimos que taparlo porque casi se nos mete un lagarto. Por suerte era cabezón y no pasó por el agujero de desagote de la casa.

Era todo un asco. Quise llevar el acolchado al lavadero. Me puse las ojotas y salí. Pantalón de fútbol viejo, remera de dormir mojada y ojotas. El acolchado que mojado debe pesar 30 kilos y salí. Son 60 metros como mucho hasta el lavadero. Llovía. Crucé la calle y vi que estaba cerrado. No tenía reloj. No supe si esperar pero tenía frío así que volví. Con tanta mala suerte que cuando fui a cruzar de nuevo la calle me para un patrullero. "Señor, ¿qué hace aquí?". -Vine a lavar el acolchado- les dije. Se bajaron. "Documentos por favor". -No tengo documentos oficial, vivo a media cuadra, se me inundó la casa y vine a lavar el acolchado pero todavía no abrió el lavadero-.

Se miraron. "Mire, si no tiene documentos nos va a tener que acompañar". -¿Por qué?-. "No se resista a la autoridad porque va preso". -Pero le digo que vivo a media cuadra. Si quiere venga y le muestro mi documento en casa. No sé dónde estará porque se inundó y me atacó un pato, pero le juro que vivo ahí-.

"Está repasado de vino" dijo uno de los policías. "Metelo al patrullero y lo largamos cuando se le pase". -No, pare, esto es una confusión. Yo no soy un lumpen. No soy homeless, no soy linyera. ¿Por qué me detiene? Aunque fuera mendigo no es un delito serlo-. "Y aparte subversivo" dijo el otro policía. A la sombra.

Y me llevaron nomás. 2 días hasta que me dejaron salir. Nunca me creyeron. No sé dónde quedó el acolchado ni tampoco para dónde se fueron los patos pero lo que sí sé es que nunca más salgo croto y sin afeitarme a la calle.

1 comentario:

Vale dijo...

Viste, es como decían las abuelas, siempre hay que tener una bombacha presentable, nunca se sabe, ja!!!

Ahora entiendo lo que pasó en Cabildo y Blanco Encalada: nadie sacó el tapón. Gente distraída, eh.