Ni idea dónde voy pero seguime

viernes, 11 de mayo de 2012

Viajar

Cuando viajo en avión siento que todo puede ser mentira. Que a lo mejor al bajar del avión estoy en el mismo lugar de siempre pero lo han cambiado. El obelisco está escondido en alguna parte y la gente también. Ponen actores que hablan otro idioma y billetes distintos.

Me parece mágico eso de subirme a una máquina que no es más que un tubo con alas y aparecer en otro lugar a miles de miles de kilómetros. Creo que si pudiera hacer el viaje en auto entendería la verdadera distancia que hay, como cuando te vas a Bariloche en auto o en micro y se te hace eterno.

Será que soy un poco paranoico y egocéntrico porque no hay otra razón para sentir que el mundo cambia para vos. Pero somos así, me parece, la mayoría. Es de nuestra especie. Por algo decimos que sale el sol o se pone cuando en realidad está ahí y es la Tierra la que gira.

Es rara la sensación que te da el viajar tan lejos porque de alguna manera podés ir casi al lugar que quieras. Por supuesto si tenés los medios para hacerlo pero nada te impide (bueno una visa quizá) ir a conocer China, Australia o el desierto de Atacama. O lugares mucho más desconocidos para nosotros como Guyana Francesa o Sierra Leona.

¿No se preguntan cómo será Kazajistán? Pero no las fotos. Estar ahí. Eso no se puede grabar. La sensación de estar parado adentro del Coliseo romano y tocarlo no se puede guardar en una foto ni en un video. El olor, la sensación que transmite. Cerrar los ojos y tratar de escuchar los gritos de la gente que ovaciona a su gladiador favorito. El murmullo ante la decisión del Emperador.

Creo que recién ahora entendí que cuando viajo no solo me muevo. Viajo.

Y no hay foto, video, anécdota ni texto que pueda hacerme sentir lo que sentía en ese momento que traté de guardar. Descubrí que las sensaciones no se pueden guardar, hay que volver a vivirlas. Será cuestión de empezar a ahorrar che.

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