Paré en el semáforo con mi auto negro. Justo antes de la senda peatonal. No entiendo eso de senda y peatonal, el Senda es un auto, no tiene nada de peatón. Pero no importa, no era el foco de la cuestión. Miré a mi derecha y había un auto igual al mío, pero contrario. Opuesto.
Como dos gotas de agua pero no. Como el ying y el yang, positivo y negativo, todo o nada. El mío, negro; el suyo, blanco. El mismo auto pero opuesto. Ella llegaba y yo me iba. Me vio. Nos vio. Se quedó mirando, nos estudió. Nos completábamos, nos oponíamos. Era como mirarnos y decir "uy sí, re loco" pero nadie dijo nada. Duró unos 20 segundos. Tan parecidos pero tan distintos: porque yo negro, y ella blanco. Yo hombre y ella hembra. Yo oscuro y ella clara. ¿Se llamará Clara? Yo no tengo huevos para preguntarle... A lo mejor en otra vida fuimos hermanos, carne y uña. O no. Yo Marilyn y ella JFK. Yo luna y ella sombra. Yo ruso y ella yankee. ¿Y si somos el equilibrio del mundo y el destino nos cruzó para la batalla final? El bien y el mal, el mal y el bien. El mas o menos en el medio. Una dura pelea entre la luz y la oscuridad, el helado y el atrás de la heladera, la nieve y el petróleo... El novio y la novia (smoking vs. vestido blanco). Un juego de ajedrez, un arlequín, las máscaras, todo viene a mi cabeza, es una revelación violenta, una explosión de gope y entiendo que el mundo todo está entre nosotros. Somos los extremos.
Todo lo que puede generar un semáforo: una coincidencia, un oxímoron. Blanco y negro, como el alfajor, como el chocolate, la serie. Somos los límites, somos un juego de damas, ajedrez sin reyes, un complemento, equilibrio dinámico. Extremos. Binarios. Somos una balanza...
1 comentario:
qué remate tan digno de vos!
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