Me había tomado el 41 temprano para llegar al trabajo en horario. Iba lleno. Llenísimo. Creo que si alguien trajera a un habitante de una isla desierta y le mostrara el 41 a las 8.30 am, el susodicho creería que las personas que vamos dentro somos recontra unidos y por eso vamos todos juntos y apretujados. En realidad más bien lo contrario. Somos como adversarios que competimos por subir aunque sea contra la puerta, sentarnos, agarrarnos para no ir caminando todo el viaje para adelante y para atrás al ritmo de las frenadas y los arranques...
El caso es que al lado mío viajaba una chica sentada. Ni linda ni fea, ni joven ni vieja. Una chica nomás. Al lado suyo -pero no viajando con ella- iba un pibe con cara de curioso. Ella sacó el celular y empezó a escribir un mensaje. Él leía lo que escribía. Yo los miraba a los dos. El pibe iba cambiando la cara a medida que ella escribía. Ella cierra el celular y lo guarda en la cartera. Él miró por la ventana.
2 comentarios:
dicen que la curiosidad mató al gato,pero-..... (acá iría un remate pero no se me ocurrio)
pero no sabemos si era gato (?)
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