Ni idea dónde voy pero seguime

lunes, 21 de marzo de 2011

El amor es una puerta trabada

Iba a ser un mediodía más pero no. Un portero resentido nos cambió la vida un mediodía de marzo. Una historia angustiante, contada en primera persona.

Héctor, el portero del edificio de Álvarez Thomas y Dorrego estaba enamoradísimo de la vecina rubia del 6°B. Sí, es medio cliché pero la mina es rubia y vive al lado de unos nerds que trabajamos al lado. No, les juro que no me inspiré en ninguna serie de Warner... 

Héctor la llamó, se la encontró "de casualidad" varias veces, le pagó los impuestos, le regaló un perfume y la piropeó muchas veces; un día no aguantó más y le mandó jazmines a la rubia. Nunca le dijo algo. 

Héctor, con su orgullo dolorido y muy apenado (estaba que hervía por la chica esta), decidió vengarse. Ella había mansillado su honor. Desairó al símil de San Pedro en la Tierra. Él planeó su venganza y la ejecutó con la precisión de un fabricante de barquitos embotellados. Hoy, 21 de marzo, cambió la llave de la puerta del edificio. Ella todavía no lo sabe, pero no va a poder entrar a su casa porque Héctor además se fue. Renunció. Dejó una nota y la puerta del edificio trabada para siempre, o hasta que alguien pueda llamar a un cerrajero que no sea amigo suyo.

A nosotros nos ha dejado sin comer. No podemos salir a comprar comida. El delivery no nos puede dejar la pizza porque no pasa por debajo. Podríamos comer papel. A lo mejor fetas de queso, pero la fiambrería del chino de acá cerca no tiene delivery. ¡Maní! Podemos llamar al kiosco y pedir que abran el paquetito y lo tiren al piso, después los empujan con el escobillón y... ah no, está del lado de adentro. ¿Cómo será vivir en la oficina?

¿Y mis amigos? ¿empezaré a hablar con ellos desde la puerta? ¿Vendrán a visitarme? Les puedo hablar desde el portero eléctrico, hasta tiene camarita. Hay heladera pero no creo que los cajones con rueditas de Coto digital puedan subirse por el balcón. Lo único que tenemos ahora es Internet. Hay trabajo para hacer y series para ver. En fin, serán un par de horas encerrado en la oficina hasta que venga algún cerrajero, con Internet y sin comida. 

Lo que más bronca me da es que hoy a la mañana me olvidé el tupper con tarta de jamón y queso arriba de la mesada.

2 comentarios:

Jennifer Amapola Banfrula dijo...

No te lo puedo creer!!!!!! Qué hijo de puta. Igaula, ahora que lo pienso, yo hubiera hecho lo mismo.

Br1 dijo...

Por suerte no era pirómano.