Ni idea dónde voy pero seguime

lunes, 28 de junio de 2010

(Br)Uno sobre el Universo

Argentina ganaba cómoda 2 a 0 frente a Corea del Sur cuando me di cuenta de que no tenía puesta mi camiseta cabulera. Me reí solo de lo mágico de mi pensamiento y resolví que ya soy lo suficientemente racional como para creer que tengo el poder de influir en un partido de fútbol jugado a quién sabe cuántos kilómetros de distancia. Bastaron unos 5 minutos y el gol coreano para que mi falsa convicción se tambaleara como una gelatina Royal. Unos minutos después un tiro pasó cerca del palo de Romero y me convenció de que si me ponía la camiseta no le hacía mal a nadie. Argentina metió dos goles más.

Contra México no lo dudé. Desde el comienzo tenía la camiseta. El travesaño me dio la razón de que había actuado bien. Pero cuando la pelota se metía después de la volea de pique al suelo ya no supe qué hacer más que tirar los viejos conocidos cuernitos. Como de la nada apareció Heinze y salvó en la línea. Creo que los cuernitos han sido largamente subestimados.

Ahora ya no se qué creer. El tema de las cábalas es que terminás mareado sin saber cuál seguir y cuál no. Si innovar o no. ¿Cómo decido que algo que hice por primera vez trajo suerte? Digo, ¿se convierte en cábala porque me doy cuenta de que hice algo sin pensar o fue conciente? Necesito urgentemente determinar esto para saber si además de tener el poder de cambiar el resultado de un partido de fútbol (o varios ya) tengo el poder de crear esas acciones que influyen.

Esto es clave, imaginen si yo pudiera tener esa cualidad. Sería como una fábrica de buenaventura. La gente me podría pedir que haga ciertas cosas para que suceda lo que ellos quieren. Ahí vendría la competencia, porque seguro que muchos de ustedes tienen sus propias cábalas (aunque dudo que tan efectivas como las mías). Y con la competencia aparecerían los charlatanes y chantas que no tienen ni experiencia ni resultados comprobables como yo, a las pruebas me remito.

Así que ya saben, cuando necesiten una mano del destino a su favor, me avisan que yo lo chamuyo para que los ayude. Y si no me sale siempre queda rezar.

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