Ni idea dónde voy pero seguime

miércoles, 17 de agosto de 2011

Chongo

No lo sabía, se lo tuve que decir yo -te convertiste en un chongo-. La frase fue seca y rebotón contra las paredes de su ego. "¿Chongo?" me preguntó como si le hubieran dado el diagnóstico de una enfermedad terminal. -Sí, sos un chongo- le repliqué implacable. "Ah" fue todo lo que atinó a decir y se calló.

Miró el techo, recorrió las grietas del techo con la vista desde el centro hacia el ángulo perfecto que forma con la pared y lanzó un quejido. -¿Te molesta?- le pregunté. "No, no. Para nada. Lo que pasa es que siempre había querido ser un chongo, pero ahora que lo soy me siento raro. No sé si es lo que quería. ¿Seguro che?"

-Y bueno, macho, a veces es así- le dije con la mayor prudencia como quien se pone medias en un tobillo raspado por botines en un partido áspero. -Si no ves a sus amigas, si no hay mucho interés después y no la ves de día salvo que sea desde la noche anterior, me parece que sos su chongo-.

Me miró un rato en silencio y preguntó: "¿Para vos es bueno ser el chongo de alguien?". -Bueno, malo, eso es indistinto creo. El tema es si vos te sentís bien así o te jode-.

Se paró, se puso la mano en la cintura y me dijo "nunca lo había considerado posible. Yo, chongo…"

A veces somos algo diferente a lo que pensamos que somos.

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