Ni idea dónde voy pero seguime

martes, 14 de febrero de 2012

No es mi auto

"¡No es mi auto!" grité horrorizado. "No es mi auto", repetí tres veces. Frené. ¿Y ahora qué?. No sé qué hacer, ¿vuelvo al taller? Miré la hora, 18.15. Ya cerró. "Es viernes", pensé resignado. Lo dejo acá y me voy en bondi a casa. No sabía qué hacer. Estaba desesperado.

Desde la vereda miraba el auto igualito al mío. Idéntico, salvo por el animalito que colgaba del espejo. Yo jamás hubiera colgado un oso panda. No me gustan. Yo tengo a Tulio, mi terodáctilo. La gente me miraba como si yo estuviera loco porque hablaba en voz alta y señalaba el auto. Me agarraba la cabeza, me agachaba y me reía. No tenía batería en el celu. ¿Qué podía hacer? Si me llevaba el auto y me paraba la policía no iba a poder justificar semejante malentendido. Yo me imagino la cara del policía cuando le diga: "Lo que pasa, agente, es que en el taller me entregaron otro coche y yo no me di cuenta, estaba distraído". El tipo me llevaría preso por mentiroso, por boludo o por ladrón, pero me lleva preso. Y al día siguiente tenía que viajar a Córdoba. ¿Cómo voy a irme de viaje con el auto de otra persona sin su consentimiento?

Y entonces me iluminé. Tengo la cédula verde en la guantera seguro. Siempre te la hacen dejar ahí. Busco el nombre, la dirección, y me voy a la casa con el auto. Lo hice. Y la encontré. Villegas 748, Burzaco.

El viaje fue largo. En mi vida había ido a Burzaco. Tuve que cargar nafta porque no llegaba. Lo llené porque no voy a devolver un auto con el tanque vacío. Me perdí varias veces y se hizo de noche. Al final pregunté a un carnicero que me vendió medio kilo de peceto a cambio de la información. Estaba cerca. Me tranquilicé.

Toqué timbre y alguien se asomó por la ventana. La casa tenía un garage. -¿Si?- dijeron por la ventanita de la puerta de madera. Y lo que yo tenía que decir era como para una sitcom. Tomé coraje y largué: "Hola, ¿qué tal? Soy Bruno. Yo me llevé por error su auto del taller. Supongo que usted le dieron el mío porque el mío no tiene un panda en el espejo, tiene un terodáctilo. Y aparte estaba un poquito más limpio adentro, yo encontré que tiene varios diarios dentro, y unos stickers pegados en el respaldo del asiento (...)". No llegué a terminar que abrieron la puerta. Era un tipo de más de 2 metros. No sé ni cómo hacía para entrar en el auto. El tipo miró el auto, me miró y se empezó a cagar de risa.

-Te dieron mi auto- me dijo. "Sí, no se puede creer. Me vine hasta acá porque el taller ya había cerrado y no me lo iba a quedar todo el fin de semana o a dejarlo en la calle". -No, hiciste bien- me dijo. -Muchas gracias, pibe-.

Le di la llave y pensé que iba a abrir la puerta para sacar el mío. Amagó cerrar. "¿Mi auto no lo tiene usted?" le pregunté sintiéndome el pelotudo más grande de América del Sur. -No, flaco, yo no lo fui a buscar hoy, iba a ir el lunes-. Me quedé duro. ¿Cómo volvía de Burzaco a mi casa? Le puse cara de perrito mojado y funcionó. Me preguntó -¿para dónde vas?- "Para Urquiza". -Ah, acá en la otra esquina tenés la estación de tren-. Y me fui.

No hay comentarios: