Ni idea dónde voy pero seguime

martes, 25 de octubre de 2011

Estornudo

Noté algo raro en el estornudo. Acostumbro estornudar de mañana pero no así. No tanto. Por lo general tomás impulso y largás todo junto y rápido. Sí, como eso que están pensando. Apretás el pomo con toda tu fuerza y lo que quedaba de dentífrico sale tan fuerte que en vez de caer sobre las cerdas del cepillo se va por el lavatorio.

Yo sabía que iba a estornudar porque el cuerpo te avisa. Te tira para atrás y después viene el coletazo que descomprime, como siempre. Pero no. Me fui para atrás con un "Ah, ah" y no vino. Al ratito de nuevo lo mismo. Ya llevaba como 5 amagues cuando de golpe, sin que lo pudiera manejar, estornudé la vida. Fue como los autitos a fricción, lo cebás y cuando soltás sale como patada de ninja enojado.

Deben haber sido los 38 segundos más largos de mi vida. Durante ese "achí" (yo estornudo en singular) pude ver cómo salían por mis fosas nasales, paralelos al piso, un montón de juguetes de mi infancia, la media que no encontraba, las rabas que me habían caído mal en Mar del Plata en el 88, la bici Olmo que tanto me gustaba, el yo-yo Bronco y el cassette de Jazzy Mel.

Me incorporé luego de tamaño esfuerzo y me quedé quieto. Pensé que me sangraba la nariz. No saben lo que era el vidrio de la ventana. Hecho añicos en el suelo, con el piolín del yo-yo que había quedado ahí. Dije "esto sí que fue raro" pero me paré y me fui a hacer un mate.

De repente me di cuenta de que recordaba cada movimiento hecho desde la silla a la cocina. El ruido de la zapatilla contra el piso flotante, el crujir de la goma contra el suelo, la posición del dedo que se me ampolla cuando juego al fútbol. Hasta lo que había hecho, paso por paso desde que me levanté.

Ni lo sospechaba entonces pero algo terrible me había pasado. No fue sino unos días más tarde cuando en una charla con amigos uno comentó algo de la época en que íbamos juntos al colegio. Casi con miedo noté que no lo recordaba. Ni la anécdota, ni el aula, ni el patio, ni el colegio. Ni el año, ni a mis compañeros. Fui más allá y tampoco podía recordar viajes, familiares, mascotas, sucesos o personas. Nada. No había quedado ni un rastro de mi niñez dentro mío. Y todo por un estornudo.

Ahora lejos de sentirme apenado por eso vivo mi vida como si fuera una niñez. Trato de divertirme, juego con todo lo que puedo y disfruto cuando tengo. Nunca se sabe cuando un estornudo se puede llevar tus recuerdos. Y por las dudas, me abrigo en invierno.

No hay comentarios: