
Un borracho me contó una historia que me resultó simpática. Dicen que los borrachos y los chicos dicen la verdad. Habrá que preguntarle a Chico Novarro si toma, pero no sé si creerle la respuesta si me dice que no.
Resulta que había una vez un restorán. Era Halloween. Era de noche y no hacía frío. Él comía sopa de letras; ella, torre primavera. Había una bruja en el lugar; muchas en realidad, pero una los hechizó.
Ella doblaba servilletas. Él miraba para otro lado. La bruja pensó que podía hacer una buena acción esa noche de brujas porque le daban descuento en Freddo si metía 3 buenas acciones en un año. "Mah, sí" pensó y se puso a trabajar.
Buscó en su libro de pócimas la receta para el encantamiento y fue preparando el brebaje.
- 1 cabello de flequillo de camello (no puede ser de la joroba)
- 3 gotitas de agua de Colonia (la ciudad uruguaya)
- un poco de óleo para colorear
- un pedazo de luna de Valencia
- 4 vientos sin gritos en ellos
- Y una docena de empanadas para zafarla mientras se cocina la mezcla
Revolvió y revolvió el brevaje mientras se clavaba una de humita. Tuvo que terminarlo con unas brasas porque le habían cortado el gas. Metió el líquido en una jeringa y salió.
Ya lo tenía todo planeado. Sabía que ella estaba medio colgada. Lo que se dice una chica cuerdas. A él, según me contaron, no lo conocía tanto. Algunos dicen que fue casualidad, otros que había arreglado todo con otra bruja. Lo cierto es que los cruzó. Y no pasó nada.
Ni bola che. El hechizo de la bruja no dio resultado y ella no tanto por amor a los prójimos más que por orgullo, decidió pasar a la fase dos de su plan.
Continuará...