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lunes, 29 de agosto de 2016

18 remeras

Llegué a casa empapado por la lluvia. La ropa pegada me molestaba. Tenía frío. Me quería bañar. No quería esperar así que abrí la ducha y mientras el agua se calentaba empecé a desvestirme. Me saqué la remera, me saqué el pantalón. Me saqué la remera y entré en la ducha con medias y remera. ¿No me la había sacado?

Me saqué la remera y tenía puesta otra. ¿Qué hice hoy que me puse 3 remeras y no me di cuenta? Me la saqué pero sentía otra. También me la saqué. Otra. Y otra. Otra más.

El agua corría y el vapor no me dejaba ver. Sentía las remeras contra mí. Cada vez que me sacaba una dejaba de respirar. La ducha las mojaba y se me pegaban en la cara. Entre el vapor, el agua y el algodón estaba empezando a desesperarme. Me parece que giré y enganché la cortina de baño. O me enrosqué con una de las remeras. El caso es que me patiné y caí para afuera de la bañera. La espalda en el piso. Las piernas dentro. El barral encima. El agua caliente me caía en los pies. La cintura me latía. Y yo estaba tirado sobre el piso frío con una remera roja pegada en la cara que me tapaba la nariz. No podía respirar. Me costaba pasar la cabeza por el cuello redondo mojado. El algodón pesado no me quería soltar. Quise ponérmela para tomar aire pero me dolían los brazos. Tal vez me los había roto en la caída.

Estaba agotado. Vencido por el agua, el vapor y las remeras. Ya no tenía fuerzas para pelear. Con los últimos segundos de oxígeno quise saber cuántas fueron y las conté. 18 remeras me había sacado cuando me ahogué.

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